Los ojos de Gabriel permanecieron fijos en la carretera a través del parabrisas mientras el coche seguía de cerca a los vehículos que transportaban a sus padres y hermanos.
Su mirada se detuvo en las vibrantes decoraciones que adornaban ambos lados de la amplia avenida, guirnaldas de luces, arreglos florales y coloridos cortinajes que ondeaban suavemente con la brisa. A pesar de la escena festiva, una tensión creciente se enroscaba en su pecho. Todo tenía que salir según lo planeado.
Desde el asiento del pasajero, Karmen miró hacia atrás, intentando romper el pesado silencio. —Gabriel, estás terriblemente callado —comentó suavemente.
Gabriel giró la cabeza hacia él.
—Estoy nervioso —admitió tras una pausa—. Este silencio... se siente antinatural. —Se reclinó, apoyando la cabeza en el reposacabezas del asiento y exhaló lentamente, tratando de calmar sus pensamientos.