No vengas al altar

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Amelie estaba atónita al ver el collar familiar. Ni siquiera había esperado que la Reina le otorgara algo así.

La asistente agarró la caja aterciopelada mientras Mabel levantaba el collar y hacía que Amelie lo usara. Su corazón se agitó de alegría con este dulce gesto de la Reina.

—Me gustaría que nos dieran algo de espacio —dijo Mabel, mirando a Amelie, cuyos ojos estaban bajos.

Samyra miró a Flora, quien empujó la silla de ruedas en la que estaba sentado David, y los tres salieron, seguidos por los asistentes.

Cuando las puertas se cerraron, Mabel dio un paso atrás y habló:

—¿Estás nerviosa?

Amelie lo miró y asintió con la cabeza.

—Pensé que te retirarías de este matrimonio por tu cuenta, pero me parece que solo te importas tú misma y el cachorro dentro de tu vientre. —Las palabras de Mabel eran duras y directas como siempre, pero parecía haber una agenda oculta en sus declaraciones.