El salón zumbaba con suaves murmullos de los invitados mientras el tiempo pasaba, pero la novia aún no había hecho su entrada.
Desde su asiento, Flora lanzó una mirada hacia sus padres al final del pasillo, su inquietud creciendo con cada segundo que pasaba. «¿Por qué Amelie no está aquí todavía?», se preguntó, frunciendo el ceño. Incapaz de quedarse quieta por más tiempo, se levantó y se dirigió silenciosamente hacia su madre.
—Mamá, ¿debería ir a ver cómo está Amelie? —susurró Flora, inclinándose cerca del oído de Samyra.
Samyra asintió ligeramente, su voz baja y cargada de preocupación.
—Sí. La gente ya está empezando a murmurar. Dijo que necesitaba un tiempo a solas —murmuró, sus manos agarrando los mangos de su silla de ruedas un poco más fuerte.