Tu corazón me elige

Amelie yacía acurrucada contra el pecho de Gabriel, ambos compartiendo cómodamente la misma tumbona junto a la piscina. El leve sonido del agua chapoteando cerca se mezclaba con el suave susurro de la brisa. Sus dedos entrelazados con los de él, y ella murmuró suavemente:

—Tienes unos dedos tan grandes.

Su tacto se deslizó hasta el anillo que él llevaba, el que estaba grabado con la inicial de su nombre.

Gabriel esbozó una pequeña sonrisa.

—¿Apenas lo notaste hoy?

Ella asintió ligeramente.

—Mm-hmm.

Siguió un breve silencio antes de que ella preguntara:

—¿Cuándo volvemos?

Los dedos de Gabriel peinaban suavemente su cabello húmedo en una caricia reconfortante.

—Todavía tenemos tiempo. ¿Por qué? ¿No te gusta estar aquí?

—Me gusta —respondió Amelie con una leve nostalgia—. Me encanta estar aquí. Hemos creado recuerdos que guardaré para siempre.

Él inclinó la cabeza, rozando sus labios ligeramente contra la curva de su cuello, su voz más baja ahora.