Extinguir sus esperanzas

Amelie dio un paso lento hacia adelante, con los ojos fijos en la majestuosa forma de Valko. Con cuidado, extendió la mano, temblando ligeramente, no por miedo, sino por el abrumador sentimiento que florecía en su pecho.

Cuando su palma tocó suavemente su rostro, Valko cerró los ojos, inclinándose hacia su contacto. Fue una rendición silenciosa por un amor que no necesitaba palabras. Ella podía sentir el calor constante que irradiaba de él.

Una suave sonrisa se extendió por sus labios llenos de asombro y afecto. Se inclinó y le dio un suave beso en el costado de su rostro, justo debajo de su ojo.

—Se siente como un sueño, Valko —susurró.

Valko emitió un sonido bajo y satisfecho, con la cola balanceándose lentamente detrás de él.

«Desearía tener un lobo también», pensó, abrazando a Valko esta vez. El fuerte aroma a almizcle hizo que su corazón latiera con más fuerza.