Escribir nuestros deseos

—¡Vamos allá! —exclamó Amelie, sus ojos iluminándose mientras señalaba hacia el puente de cristal que se arqueaba con gracia sobre el arroyo debajo.

Mientras paseaban por el puente, deteniéndose en su centro, Amelie se tomó un momento para admirar sus alrededores. Notó cómo las parejas cercanas sostenían delicadas linternas de papel, algunas garabateando deseos o nombres en sus superficies con sonrisas silenciosas.

—Espera aquí un momento —dijo Gabriel suavemente, ofreciéndole una rápida sonrisa antes de alejarse.

Dejada sola, Amelie se acercó a la barandilla de cristal, inclinándose ligeramente mientras miraba hacia el arroyo debajo. El agua cristalina brillaba tenuemente, captando los primeros indicios del anochecer. «Me pregunto si el agua comenzará a brillar cuando caiga la noche», murmuró para sí misma, su reflejo ondulando suavemente en la superficie.

Una voz repentina interrumpió sus pensamientos. —Disculpa, ¿podrías tomarnos una foto?