Katelyn salió de su habitación, estirando los brazos con un bostezo silencioso, solo para detenerse a medio movimiento cuando vio a Karmen caminando por el pasillo con un archivo en la mano. Rápidamente bajó los brazos, enderezándose justo cuando él se acercaba.
—Buenos días, Princesa —saludó, ofreciendo un educado asentimiento.
—Buenos días —respondió Katelyn con una pequeña sonrisa—. Y gracias por los muffins. Me los comí, estaban deliciosos.
—Me alegra oír eso —respondió Karmen—. Tengo trabajo que atender, así que seguiré mi camino.
Le hizo una cortés reverencia antes de marcharse.
Katelyn observó su espalda alejándose con un suspiro.
—¿Por qué actúa tan frío de repente? Me confunde —murmuró para sí misma.
Al llegar a la sala de estar, Katelyn divisó a Casaio sentado en el sofá, con postura encorvada, ojos distantes como si estuviera perdido en una tormenta de pensamientos. Caminando silenciosamente detrás de él, suavemente colocó sus manos sobre sus ojos.