La punta del dedo de Gabriel acarició la nuca de Amelie, quien estaba de espaldas a él. Tenía los ojos fijos en la marca en su nuca mientras las palabras de la madre de Amelie resonaban en su cabeza.
La muerte no le asustaba porque sabía que todos algún día abandonarían la tierra. Lo que le preocupaba era el destino compartido. No quería que Amelie resultara herida por su culpa.
«Louis ha desaparecido del radar. Debe haber descubierto algo que no quería compartir conmigo», pensó Gabriel, frunciendo el ceño.
Inclinándose cerca de Amelie, presionó un cálido beso en su hombro antes de salir de la cama.
Al entrar en el cuarto de baño, abrió el grifo y se colocó debajo. El agua fría caía en cascada por su cuerpo, y pasó sus manos por su rostro.
Cerró el grifo de la ducha y se puso la bata. Al regresar a la habitación, encontró que Amelie seguía profundamente dormida. Tomando el teléfono, llamó a Karmen y salió al balcón después de servirse una copa de vino.