Te cazaré en cada nacimiento

Amelie cerró los ojos con fuerza mientras un extraño sueño se apoderaba de ella.

Se encontró en un lugar desconocido. Era un bosque denso envuelto en un silencio inquietante y sofocante. El pánico surgió en su pecho mientras corría ciegamente entre la maleza, con el corazón acelerado, desesperada por encontrar una salida.

No importaba en qué dirección girara, el bosque solo se volvía más oscuro y confuso.

Finalmente, sus piernas cedieron bajo su agotamiento. Sin aliento y desorientada, tropezó contra la corteza áspera de un árbol alto. Su pecho subía y bajaba en jadeos entrecortados mientras su visión se nublaba, hasta que divisó a Gabriel en el borde lejano.

Sin embargo, estaba cubierto de sangre de pies a cabeza.

—Gabriel —murmuró y corrió hacia él con una mirada de pánico.

Sin embargo, antes de que pudiera alcanzarlo, apareció una extraña figura. Era una mujer cuyo rostro no le era visible. Pero lo que podía ver era que la mujer emanaba un aura oscura y negativa.