La miró con una sonrisa de complicidad.
—No, no me malinterpretes, solo que nunca te había visto ser tan amable con ninguna mujer antes... —balbuceó Audrey, tratando de defenderse.
Él acercó la silla de ella hacia él y se inclinó hacia sus oídos.
—¿Y a ti qué te importa si estoy cerca de ella? —le susurró suavemente al oído.
—¡Bah! Nada, absolutamente nada... —Él le agarró la barbilla y apasionadamente selló sus labios con los de ella, haciéndola callar.
Los ojos de Audrey se abrieron de sorpresa, él nunca la había tocado tan públicamente antes, y ahora, frente a muchos lobos prestigiosos, la estaba besando como si su vida dependiera de ello.
Estaba asustada, asustada porque le gustaba.
Sabía que no debería, pero Avery estaba nadando en el cielo, haciéndola sentir eufórica.
Se sintió adorada porque su pareja la estaba besando frente a mucha gente, reclamándola como suya.