Notó cómo sutilmente Janeth siempre se ponía el cabello detrás de la oreja izquierda cada vez que quería decir algo.
El gesto le resultaba familiar, pero lo descartó inmediatamente. Era imposible.
—N-No puedo recordar, Alfa, estaba gravemente herida y me desmayé cuando llegué a la frontera de la Manada —respondió Janeth, mirando a todas partes menos al Alfa.
No pensó que él tendría tiempo para hacer preguntas tan complicadas.
—Entonces, ¿por qué te fuiste? Y, ¿cómo te lesionaste? —El Alfa Lago se relajó en su silla, listo para escuchar sus mentiras recién horneadas.
—Y-Yo quería escapar, el acoso era demasiado para mí. Tú, tú ya no me amabas... —Su voz se quebró al final, comenzó a sollozar en silencio y las lágrimas fluyeron libremente por sus mejillas.
—¡Nunca te amé! —dijo el Alfa Lago peligrosamente.