Su refugio

Estaba sentado en su cama cuando Audrey pasó junto a él sin dirigirle una mirada.

Ella también estaba bien con él.

—¡Ugh! —Audrey sintió que alguien le agarraba la muñeca y al segundo siguiente, se vio a sí misma acostada encima de Alfa Lago con sus brazos rodeándole la parte baja de la espalda.

—¿Ya te vas? —preguntó seductoramente junto al oído de Audrey.

—Ya es tarde como dijiste... ¡ay! —Audrey lo miró con los ojos muy abiertos.

No podía creer que acababa de darle una nalgada.

—¿Dije yo que podías irte, Gatita? —preguntó con un tono dominante.

Le besó el cuello, extendiendo sus manos sobre su suave trasero, apretándolo simultáneamente.

Audrey no lo dijo, pero disfrutaba la manera en que él la comandaba a ella y a su cuerpo. Sintió su dura excitación presionando contra su centro, y se quedó quieta, no queriendo provocar a la bestia.