La Granja

Audrey sintió que la llevaban bruscamente sobre el hombro de alguien.

Había seguido silenciosamente al hombre que anteriormente le había puesto una bolsa de plástico sobre la cabeza, él los había conducido a un lugar no muy lejos del gimnasio, y ahora, otro hombre la llevaba sobre su hombro hacia otro destino desconocido.

—¡Ugh! —gruñó Audrey cuando la dejaron caer bruscamente en un suelo duro y rocoso.

—¡Cállate, perra! —dijo el hombre mientras le quitaba la bolsa de plástico de la cabeza a Audrey.

Audrey fingió entrecerrar los ojos como si todavía se estuviera acostumbrando a la oscuridad de la habitación. Pero lo vio claramente, parecía una granja abandonada, eso explicaba las rocas que sentía debajo de su trasero.

—¿P-puedes s-soltar mis m-manos t-también? —Audrey fingió tartamudear.