—No, ah, espera... ¡Ah! —A Audrey le resultaba difícil decir algo coherente mientras Alfa Lago estaba ocupado chupándole el cuello y amasando sus pechos.
Su rodilla estaba colocada entre sus piernas, directamente sobre su centro, deslizándola suavemente hacia adelante y hacia atrás, la fricción enviando ondas placenteras a su clítoris.
—S- señor...
—Di mi nombre —dijo él con voz ronca cerca de su oído.
Audrey apretó los labios y negó con la cabeza.
Aunque literalmente estaba perdiendo la compostura y el control, no iba a permitirse decir su nombre en el calor de la lujuria y la pasión, significaría que era una participante voluntaria en el incidente lujurioso que ocurría entre ellos.
No lo era...
¿Verdad?
—Di. Mi. Nombre. Gatita. —Su voz era profunda, sexy y dominante, sus ojos estaban tan oscuros y nublados con evidente lujuria.