Audrey aclaró su garganta y se apartó del abrazo de Lago.
—Leon, por favor, volveré enseguida para ayudarte en la cocina; solo vamos a acostarlo —le sonrió.
Leon suspiró y asintió.
—Está bien —respondió, mirando con furia a Lago antes de regresar a la cocina.
—Guía el camino, Gatita —dijo Lago con aire de suficiencia.
Audrey lo ignoró y subió las escaleras. No quería reprenderlo frente a Leon o cerca de su hijo dormido, así que lo guió silenciosamente hasta la habitación de Mikhail y abrió suavemente la puerta.
Entró, sosteniendo la puerta para que él pasara.
—Solo acuéstalo en la cama —señaló la suave cama en la habitación.
Lago obedeció y colocó al niño en la cama.
Se dio la vuelta lentamente y miró a Audrey.
—¿Y bien? —se encogió de hombros.
Audrey frunció el ceño.
—¿Y bien qué?
—¿Por dónde empezamos? —preguntó Lago.
Audrey seguía confundida.
—No te entiendo, ¿de qué estás hablando? —su voz era baja mientras hablaba, no quería despertar a su hijo.