Sentí un intenso dolor en mi plexo solar y dolor de cabeza, así como entumecimiento en varias partes de mi cuerpo. Intenté levantarme para poder terminar la pelea con el vampiro, pero fue otra voz la que escuché, no la de ese bastardo.
—No te muevas todavía, Cachorro. Estás gravemente herido.
¡Gracias a Dios! El Tío Ray me encontró. ¿Significaba eso que la operación había terminado? ¿Logramos deshacernos de esos bastardos?
—¿Dónde estoy?
—¿Por qué no obedeces mis órdenes, eh? ¿No sabes que son muy peligrosos? —me regañó el Tío Ray, a lo que solo respondí con un profundo suspiro.
Abrí los ojos lentamente para confirmar mi paradero y asegurarme de que esto no fuera un sueño. El Tío Ray me miró con expresión preocupada. Luego tomó mis dedos para sostenerlos.
—¿Nos deshicimos de ellos? —pregunté, y el Tío Ray negó con la cabeza.