Capítulo 30: Un Laberinto De Sentimientos

El eco de las palabras de Josep resonó en el silencio de la biblioteca mucho después de que él se marchara, dejándome sumida en un torbellino de emociones contradictorias. Su confesión había actuado como una grieta inesperada en la fachada de mi mundo, justo cuando ya sentía que todo a mi alrededor comenzaba a desmoronarse. ¿Por qué ahora? ¿Por qué todo parece complicarse de esta manera?, pensé, una punzada de frustración y un profundo sentimiento de injusticia anidando en mi pecho.

El resto del día transcurrió en una bruma de pensamientos confusos y una creciente ansiedad por la ausencia de Louie. Bajé a almorzar con mi familia, pero la conversación superficial y las expectativas tácitas de perfección que siempre rodeaban nuestras comidas se sintieron como un peso insoportable. Mi madre, con su habitual elegancia distante, comentó sobre lo bien que me había visto en las fotos de la fiesta, sin sospechar el caos emocional que se ocultaba tras mi sonrisa forzada. Mi padre, absorto en sus asuntos, apenas notó mi silencio. En ese ambiente de formalidad fría, sentí aún más la falta del calor y la comprensión de Louie y Brianna. ¿Por qué mi vida tiene que ser siempre esta fachada?, me pregunté, anhelando un respiro de las expectativas asfixiantes.

Subí de nuevo a mi habitación, buscando refugio en la familiaridad de mi espacio personal, pero incluso allí, los recuerdos de la noche anterior y la conversación con Josep me asaltaban. Revisé mi teléfono compulsivamente, esperando una señal de Louie, un mensaje, una llamada perdida. Pero la pantalla permaneció obstinadamente vacía. La frustración crecía con cada minuto que pasaba sin noticias suyas. ¿Estará bien? ¿Estará sufriendo tanto como yo?

En medio de mi agitación, un mensaje de Brianna iluminó la pantalla. Mi corazón dio un vuelco, esperando noticias de Louie, pero su mensaje era sombrío: "Jo, no pude encontrarlo. Fui a todos sus lugares habituales, hablé con sus amigos... nadie sabe dónde está. Estoy preocupada."

La noticia me golpeó como un jarro de agua fría. No solo Louie seguía desaparecido, sino que ahora la preocupación de Brianna se sumaba a mi propia angustia. Me senté en la cama, sintiendo las lágrimas picar en mis ojos. ¿Por qué todo me pasa a mí? En una sola noche, la estabilidad que creía tener se había resquebrajado. La ausencia de Louie, la inesperada confesión de Josep, la preocupación de Brianna... todo se sentía como un peso aplastante.

Con un suspiro pesado, decidí contarle a Brianna sobre mi conversación con Josep. Le envié un mensaje detallado, explicando su confesión y la incomodidad que ahora se cernía sobre nuestra amistad. Necesitaba compartir este nuevo peso, encontrar algún consuelo en su perspectiva honesta y directa. Esperé su respuesta, sintiéndome cada vez más atrapada en una red de complicaciones emocionales que parecía enredarse a cada instante. El resto del día se presentaba largo y lleno de incertidumbre, con la sombra de la noche anterior oscureciendo cada pensamiento y cada acción.

La respuesta de Brianna llegó casi de inmediato, concisa y directa, como un golpe seco: "Entonces eso quiere decir que Louie tenía razón sobre Josep."

Sus palabras resonaron en mi mente con una fuerza innegable. La simpleza de su afirmación despojaba la situación de cualquier matiz o excusa. ¿Tenía razón? ¿Siempre hubo algo que Louie vio y yo ignoré? La idea era incómoda, confrontaba mi propia percepción de la realidad y la solidez de mi amistad con Josep.

Un escalofrío recorrió mi espalda. Si Louie había percibido los sentimientos ocultos de Josep, ¿qué más había notado que yo, inmersa en mi propio mundo y mis propios sentimientos por él, había pasado por alto? La imagen de sus ojos oscuros, cargados de celos la noche anterior, adquirió una nueva dimensión, teñida ahora de una posible verdad que no quería reconocer.

"Pero... Bri, yo no siento nada por Josep de esa manera," respondí rápidamente, tecleando el mensaje con los dedos temblorosos. Necesitaba reafirmar mi propia verdad, aunque la certeza comenzara a tambalearse bajo el peso de las revelaciones.

Su siguiente mensaje llegó sin demora: "No estoy diciendo que tú sientas algo, Jo. Estoy diciendo que Louie vio la forma en que él te mira. Y si él, que te ama y te observa con tanta atención, lo notó... probablemente había algo ahí."

Sus palabras eran lógicas, frías y terriblemente convincentes. La perspectiva de Brianna, despojada de la cercanía emocional que yo compartía con Josep, ofrecía una visión más objetiva, una que me obligaba a confrontar la posibilidad de que mi mejor amigo albergara sentimientos no correspondidos y que esos sentimientos hubieran sido evidentes para la persona que más me amaba.

Un nudo se formó en mi garganta. La idea de haber sido tan ciega, de haber causado dolor involuntariamente a Louie, me llenó de una profunda angustia. La ausencia de Louie se sentía ahora aún más pesada, cargada no solo de mi preocupación por su bienestar, sino también de la punzante realización de que sus celos podrían haber estado fundamentados en una verdad que yo no había querido ver. ¿Qué he hecho?, pensé, sintiendo cómo el mundo a mi alrededor comenzaba a tambalearse sobre cimientos cada vez más inestables.

Justo cuando las palabras de Brianna resonaban en mi mente, como un eco de una verdad incómoda, el tono de notificación de un nuevo mensaje interrumpió mis pensamientos. Era Josep.

Abrí el mensaje con manos temblorosas, el corazón latiéndome con una mezcla de sorpresa y un presentimiento indefinido. Sus palabras se desplegaron en la pantalla, cada frase cargada de un peso que sentí directamente en el pecho:

"Josie... sé que causé problemas en tu relación con Louie. Sé que estás triste y sé el remolino de emociones que te deben de estar golpeando en este momento. Te conozco, y sé que no te gusta que estemos todos así. Sé que no quieres herir a nadie, y también sé que esto no te va a gustar."

Una punzada de angustia me atravesó al leer sus palabras. Su tono era de despedida, cargado de una tristeza que reflejaba la mía.

Continuó: "Pero me voy a ir un tiempo. No quiero causar más problemas de los que ya te he causado. Te quiero, con una intensidad que jamás pensé que sobrepasaría nuestra amistad. Necesito organizar mis sentimientos, y a tu lado no lo puedo hacer."

Mis ojos se llenaron de lágrimas. La partida de Josep, aunque quizás comprensible, se sentía como otra pérdida, otra grieta en un mundo que ya se tambaleaba. No quería que se fuera, no quería que se sintiera culpable. Nuestra amistad había sido un faro constante en mi vida, y la idea de su ausencia, aunque temporal, me dolía profundamente.

Respondí a Brianna con un mensaje tembloroso: "Josep... Josep se va. Se va por un tiempo." La noticia era demasiado reciente, demasiado dolorosa, para poder articularla completamente. Sentía como si un nuevo nudo se formara en mi garganta, apretando aún más la angustia que ya sentía por la ausencia de Louie. Todo se estaba desmoronando demasiado rápido, y yo me sentía impotente para detener la caída.

En medio de mis propias lágrimas y la creciente sensación de desolación, tomé una respiración profunda y abrí la conversación con Josep. Necesitaba responder a su mensaje, aunque no supiera exactamente qué decir.

Tecleé lentamente, tratando de ordenar mis pensamientos en palabras coherentes: "Josep... tu mensaje... me tomó por sorpresa. No quiero que te vayas. Nuestra amistad significa mucho para mí, siempre lo ha hecho."

Hice una pausa, con los dedos suspendidos sobre el teclado. ¿Cómo podía expresar el torbellino de emociones que sentía sin sonar egoísta o insensible a su dolor?

Continué: "Entiendo que necesites espacio para organizar tus sentimientos. Pero por favor, no te vayas pensando que eres el único culpable. Esta situación es complicada para todos."

Dudé por un momento antes de añadir la siguiente frase, una súplica silenciosa para mantener viva nuestra conexión: "Mantengámonos en contacto, ¿sí? Necesito saber que estás bien."

Envié el mensaje, sintiéndome ligeramente aliviada por haber expresado al menos una parte de lo que sentía. Sin embargo, la incertidumbre sobre su respuesta y el paradero de Louie seguían pesando sobre mí como una losa.

Mientras esperaba una respuesta de Josep, la llamada de Brianna finalmente entró. Su voz al otro lado de la línea sonaba decidida, aunque podía percibir una nota de preocupación subyacente.

"Bri," dije en cuanto contesté, mi tono aún cargado de la tristeza de las lágrimas recientes. "Tenemos que encontrarlos. ¿Qué hacemos?"

Mi teléfono vibró casi de inmediato con la respuesta de Josep. Abrí el mensaje con una punzada de esperanza y temor.

"Jo, no me la pongas más difícil, ¿sí?" Sus palabras eran un ruego silencioso, cargado de la misma angustia que yo sentía. "Yo te conozco, te conozco mejor que nadie, y sé cómo te sientes. Sé que no quieres que estemos todos así."

Un nudo se formó en mi garganta. Su comprensión de mis sentimientos era un consuelo agridulce en medio de todo el caos.

Continuó: "Te prometo que voy a regresar. Me duele dejarte otra vez después de haber regresado a ti..."

Las lágrimas volvieron a empañar mis ojos. Su partida se sentía como una nueva herida, reabriendo viejas cicatrices de ausencias pasadas.

Respondí con un mensaje rápido y desesperado: "Josep, por favor... no te vayas. Necesito a mis amigos ahora más que nunca."

Su siguiente mensaje llegó casi al instante: "Organiza tus sentimientos, Josephine. Y cuando todo esté en orden, volveré."

Mis dedos temblaban mientras tecleaba la respuesta a Josep, la confusión y el miedo atenazando mi corazón. "¿Hay Dios, Josep... qué quieres decir con eso?" La pregunta flotaba en el aire digital, cargada de una ansiedad que apenas podía contener. ¿Qué significaba ese "organiza tus sentimientos"? ¿Implicaba que mis propios afectos estaban tan desordenados como el caos que se había desatado en mi vida? ¿Acaso él también había percibido esa ambigüedad que Brianna había insinuado? La idea era aterradora. No quería perder a Josep, no quería que su partida fuera un reflejo de una verdad que no estaba lista para enfrentar.

La respuesta de Josep tardó unos minutos en llegar, minutos que se sintieron como una eternidad cargada de una expectación angustiosa. Finalmente, la notificación iluminó la pantalla de mi teléfono.

"Lo que quiero decir, Josephine," escribió, su tono palpable incluso a través de las palabras, "es que tú también necesitas tiempo para entender lo que sientes. No solo por Louie, sino por todo lo que está pasando. Por mí."

Su respuesta me dejó helada. ¿Estaba insinuando que yo también albergaba sentimientos confusos, quizás incluso por él? La idea era desconcertante, casi una traición a los sentimientos profundos y sinceros que siempre había creído sentir por Louie.

Continuó: "Necesitas claridad, Josephine. Y yo... yo necesito distancia para no interferir en ese proceso. Mi presencia ahora solo complicaría las cosas, aumentaría la confusión."

Sus palabras, aunque dolorosas, resonaban con una lógica fría. Su partida, aunque me doliera profundamente, quizás era necesaria para que ambos pudiéramos encontrar claridad en medio de este torbellino emocional.

"Cuando sepas lo que realmente quieres, cuando tus sentimientos estén ordenados... entonces volveré," concluyó su mensaje.

Un nudo se formó en mi garganta. Sus palabras me dejaban con una tarea abrumadora: examinar mi propio corazón, desentrañar la madeja de mis emociones y definir mis verdaderos sentimientos. La ausencia de Louie ya era un peso insoportable, y ahora la partida de Josep me obligaba a mirar hacia adentro, a confrontar verdades que quizás había estado evitando. El futuro se sentía incierto y solitario, sin la presencia de los dos hombres que habían sido pilares importantes en mi vida.

Con el último mensaje de Josep aún resonando en mi mente, la notificación de Brianna interrumpió mis pensamientos. Abrí su mensaje con una sensación de urgencia, buscando algún anclaje en medio de la deriva emocional.

"¿Viste el mensaje de Josep?", escribió Brianna, sin rodeos.

Le respondí de inmediato: "Sí, Bri. Se va... por un tiempo." Un simple resumen de la tormenta que acababa de azotarme.

Su respuesta llegó casi al instante: "Mierda, Jo. Esto es... mucho. ¿Crees que sabe algo de Louie?"

La misma punzada de temor que había sentido antes volvió a atenazarme. "¿No lo sé, Bri. No dijo nada. Solo que necesitaba espacio para ordenar sus sentimientos."

Brianna tardó un poco más en responder esta vez. Finalmente, su mensaje apareció: "Tal vez... tal vez esto es lo mejor por ahora. Que ambos tengan su espacio para pensar. Pero tú, Jo... ¿estás bien?" Su preocupación, incluso en medio de la confusión, era un faro de consuelo.

"No lo sé, Bri," admití con honestidad. "Me siento... perdida. Sola. Como si todo se estuviera desmoronando."

Su siguiente mensaje fue un abrazo virtual a través de las palabras: "Lo sé, linda. Y estoy aquí para ti. ¿Quieres que vaya a la mansión? Podemos hablar, podemos pensar juntas qué hacer."

Su oferta era un salvavidas en medio de mi naufragio emocional. "Sí, por favor, Bri," respondí con un suspiro de alivio. "Necesito verte."

"Estaré ahí lo más rápido que pueda. Resiste, Jo. Saldremos de esta juntas." Su mensaje final fue un rayo de esperanza en la oscuridad que me envolvía. Saber que no estaba sola, que tenía a Brianna a mi lado, me dio una pequeña dosis de la fuerza que sentía que se me estaba escapando. Ahora solo tenía que esperar su llegada y aferrarme a la promesa de que, juntas, encontraríamos la manera de navegar por este inesperado y doloroso laberinto.

La espera hasta que Brianna llegó se sintió eterna, cada minuto amplificado por la soledad y la incertidumbre. Finalmente, escuché un suave toque en la puerta de mi habitación. Mi corazón dio un vuelco aliviado.

Abrí la puerta y encontré a Brianna allí, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y determinación. Detrás de ella, asomaba la amable sonrisa de la señora Elena, nuestra ama de llaves, quien siempre había sido una aliada discreta en mis pequeñas rebeliones.

"Gracias, Elena," le dijo Brianna en voz baja, y la señora Elena asintió con una mirada comprensiva antes de retirarse silenciosamente por el pasillo.

Brianna entró y me abrazó con fuerza. Su abrazo era cálido y reconfortante, un ancla en el torbellino de mis emociones. "Estoy aquí, Jo," murmuró, apretándome contra ella.

Nos separamos y la miré a los ojos, buscando en su rostro alguna respuesta, alguna solución. "Gracias por venir, Bri. No sabía qué hacer."

"Lo sé, linda. Todo esto es una locura," respondió, tomando mi mano y guiándome de vuelta a la cama. Nos sentamos juntas, el silencio inicial cargado de la comprensión tácita de todo lo que había sucedido.

"Cuéntame todo," dijo finalmente Brianna, su mirada fija en la mía, lista para escuchar y ofrecer su apoyo incondicional.

Con un suspiro tembloroso, comencé a relatarle a Brianna los eventos de las últimas horas: la angustiosa mañana sin noticias de Louie, la inesperada llamada de Josep, su confesión y su decisión de irse. Le mostré los mensajes de ambos, dejando que leyera las palabras que aún resonaban con tanta fuerza en mi interior.

Brianna escuchó atentamente, su rostro pasando de la sorpresa a la preocupación y finalmente a una expresión de profunda reflexión. Cuando terminé de hablar, un silencio pesado se instaló entre nosotras, interrumpido solo por el suave tic-tac del reloj de mi mesita de noche.

Finalmente, Brianna suspiró. "Mierda, Jo. Esto es un desastre total. Louie se siente inseguro y herido, Josep... Josep te ama y se va, y tú estás en medio de todo este caos, sin saber qué hacer ni a dónde ir."

Su resumen crudo y directo de la situación hizo que las lágrimas volvieran a picarme en los ojos. Era la verdad, sin adornos, y escucharla en voz alta solo intensificaba mi sensación de estar atrapada en una pesadilla.

"¿Qué vamos a hacer, Bri?", pregunté con un hilo de voz, la desesperación comenzando a filtrarse en mis palabras. "Necesito encontrar a Louie. Necesito hablar con él. Y no quiero que Josep se vaya."

Brianna tomó mis manos entre las suyas, su agarre firme y reconfortante. "Lo sé, Jo. Y vamos a hacer todo lo posible para arreglar esto. Pero tenemos que ser inteligentes. Louie necesita espacio, lo dijimos. Ir a buscarlo ahora, cuando está tan enojado y dolido, podría empeorar las cosas."

"¿Entonces qué hacemos? ¿Esperamos?", repliqué, la impaciencia y la ansiedad luchando por tomar el control.

"No solo esperar," respondió Brianna con determinación. "Vamos a pensar. ¿Hay algún lugar donde Louie podría ir que no sean sus lugares habituales? ¿Algún amigo, algún familiar... alguien a quien recurra cuando realmente necesita estar solo?"

Comencé a pensar, repasando cada detalle de nuestra relación, cada conversación, cada momento en el que Louie se había sentido abrumado y había necesitado espacio. Era difícil concentrarme, con la mente aún nublada por la confusión y la tristeza.

"No lo sé, Bri," admití finalmente, sintiéndome frustrada por mi propia falta de respuestas. "Siempre va a los mismos sitios... al parque donde nos conocimos, a la azotea de su edificio... ya lo buscaste allí, ¿verdad?"

Brianna asintió con un suspiro. "Sí. Nada. Es como si se hubiera esfumado."

Un nuevo silencio cayó sobre nosotras, cargado de la frustración de no saber qué hacer y la creciente preocupación por el paradero de Louie. La noche se cernía sobre nosotras, y la oscuridad exterior parecía reflejar la incertidumbre que reinaba en nuestros corazones.

"¿Por qué todo tiene que ser tan complicado?", suspiré, dejando que la frustración y la impotencia se filtraran en mis palabras. Sentía como si estuviera atrapada en una novela dramática donde cada giro argumental solo empeoraba las cosas.

Brianna me miró con una mezcla de empatía y exasperación. "No lo sé, amiga. De verdad es que cualquiera que viera tu vida desde afuera pensaría que es perfecta: la mansión, las fiestas, la supuesta estabilidad... pero por dentro siempre ha sido un laberinto." Hizo una pausa, su mirada ahora más inquisitiva. "¿Ahora por qué Josep te dijo que aclararas tus sentimientos?"

"Dijo que... que al ver los videos de la fiesta, y recordar lo que Louie le había dicho sobre sus celos, se dio cuenta de que tal vez él siempre me había mirado de una manera... diferente," expliqué, sintiendo un rubor subir por mi cuello. "Y que tal vez yo... tal vez yo buscaba consuelo en su presencia de una forma que podía interpretarse como algo más que amistad."

Brianna frunció el ceño, pensativa. "¿Y tú crees que hay algo de verdad en eso, Jo? ¿Alguna vez has sentido algo más por Josep que amistad?"

"No, Bri," respondí con firmeza, aunque una sombra de duda danzaba en los márgenes de mi certeza. "Solo es mi amigo... el único que tuve durante mucho tiempo antes de conocerlos a ustedes. El único que sabe a profundidad todo lo que he pasado y cómo me he sentido desde que soy una niña. Él ha sido mi único apoyo durante años, el único que realmente me entiende. Por eso su presencia me da tranquilidad, me da consuelo. Por eso la complicidad y la conexión... es la conexión de una amistad de años."

Traté de convencerme a mí misma mientras hablaba, de reafirmar la línea clara que siempre había existido entre Josep y yo. Pero las palabras de Brianna y la propia confesión de Josep habían sembrado una semilla de incertidumbre. ¿Podría haber confundido la profunda comodidad de una amistad de toda la vida con algo más? ¿Podría haber buscado en Josep un tipo de apoyo emocional que inconscientemente trascendía los límites de la amistad? La idea era perturbadora, amenazando la base de dos de mis relaciones más importantes.

Brianna me observó en silencio por un momento, su mirada penetrante como si intentara leer mis pensamientos más profundos. Finalmente, suspiró suavemente. "Lo entiendo, Jo. De verdad que lo entiendo. Pero a veces... a veces las líneas se difuminan sin que nos demos cuenta. Y los sentimientos pueden evolucionar con el tiempo, incluso para aquellos que creíamos conocer tan bien."

Hizo una pausa, eligiendo sus palabras con cuidado. "No estoy diciendo que estés enamorada de Josep, ni mucho menos. Pero quizás... quizás él siempre ha sentido algo más, y tu cercanía, tu confianza en él, lo han alimentado. Y tal vez, solo tal vez, Louie vio ese anhelo en sus ojos, algo que tú, acostumbrada a su amistad, nunca notaste."

Sus palabras eran un espejo incómodo, reflejando una posibilidad que había evitado conscientemente. La idea de que Josep pudiera haber estado enamorado de mí en secreto durante años, y que Louie lo hubiera percibido antes que yo, era abrumadora. Me sentí repentinamente ciega, torpe en la lectura de las emociones de las personas más cercanas a mí.

"Dios, Bri...", murmuré, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda. "Esto es... esto es mucho más complicado de lo que imaginaba." La realización de que mis propias dinámicas relacionales podrían ser mucho más intrincadas de lo que creía me dejó tambaleándome, sintiéndome peligrosamente desconectada de mi propia realidad emocional.