Los primeros rayos de sol se filtraron tímidamente por las cortinas de mi habitación, despertándome lentamente de un sueño intranquilo pero reparador. A mi lado, sentía el calor familiar del cuerpo de Louie. De repente, una voz aguda y llena de sorpresa rompió la tranquilidad matutina.
"¿Pero qué pasó aquí? ¿Me dormí un segundo y tenemos un intruso en la cama?", exclamó Brianna, incorporándose de golpe y señalando a Louie con los ojos muy abiertos, como si hubiera descubierto una criatura extraña. Su cabello alborotado y su expresión de asombro eran bastante cómicos.
Louie y yo nos despertamos sobresaltados por su repentina intervención. Nos miramos el uno al otro, una mezcla de sorpresa y una pizca de vergüenza pintando nuestros rostros al ser descubiertos acurrucados juntos bajo las sábanas.
"¡Bri!", exclamé, tratando de sonar casual aunque mi corazón latía un poco más rápido de lo normal. "No es un intruso. Es Louie."
Brianna entrecerró los ojos, fingiendo confusión. "¿Louie? ¿El mismo Louie que anoche estaba desaparecido y nos tenía a Josephine y a mí al borde de un ataque de nervios?" Su tono era juguetón pero con un ligero matiz acusatorio.
Louie soltó una pequeña risa, incorporándose también y pasándose una mano por el cabello revuelto. "En mi defensa, necesitaba una entrada dramática. Y aparentemente, un lugar cálido donde recargar energías." Su mirada se dirigió a mí, con una sonrisa cómplice.
"Bueno, pues el intruso parece bastante cómodo," comentó Brianna, con una sonrisa traviesa que aligeró la tensión matutina. "Mientras ustedes dos resolvían sus misterios nocturnos, yo tuve que conformarme con la monotonía de un sueño en solitario." Su mirada pícara se detuvo en nuestras manos que aún estaban entrelazadas bajo las sábanas. "Pero me alegro de ver que la investigación tuvo resultados... ¿confortables?"
Solté una risa divertida ante la ocurrencia de Brianna. Con voz cómica, ella exclamó: "¡Pido el baño de primera!"
Luego, añadió, mirándome con una sonrisa pícara antes de desaparecer tras la puerta del baño: "Y Josephine, trata de ver cómo vamos a hacer para salir de aquí sin que tus padres hagan un lío, porque si de por sí no les gusta que estemos contigo, imagínate que se enteren que dormiste con tu novio."
Me quedé acostada, observando el techo, con una mezcla de alivio por tenerlos a ambos cerca y la creciente preocupación por la inevitable confrontación con mis padres. En medio de mis cavilaciones, noté la mirada de Louie sobre mí. Sus ojos oscuros recorrían mi cuerpo con una intensidad que me hizo sentir un calor sutil en las mejillas.
"Te ves hermosa hasta recién levantada," murmuró, su voz aún áspera por el sueño, cargada de una ternura matutina.
Luego, su mirada descendió, deteniéndose en mis piernas. El camisón se había subido un poco más arriba de la cintura durante la noche, dejando al descubierto un delicado borde de encaje de mi ropa interior y la extensión de mis largas piernas. Yo no me había percatado de lo mucho que se había recogido la tela hasta que Louie lo mencionó, su voz ahora aún más ronca, con un tono que mezclaba sorpresa y un anhelo apenas contenido. "...y además, se te subió la poca ropa que te cubría."
Un escalofrío recorrió mi espalda al darme cuenta de lo revelador que era mi camisón en ese momento. Instintivamente, intenté tirar de la sábana hacia arriba para cubrirme, pero antes de que pudiera siquiera alcanzarla, Louie se movió con una rapidez sorprendente. En un instante, se encontraba sobre mí, apoyando su peso en sus antebrazos a cada lado de mi cuerpo, inmovilizándome suavemente contra el colchón.
Su rostro estaba cerca del mío, sus ojos oscuros llenos de una intensidad que me robó el aliento. La sorpresa me dejó sin palabras, mi corazón latiendo con fuerza contra mis costillas. Podía sentir su respiración cálida en mi rostro, el ligero roce de su cuerpo contra el mío a través de la fina tela de mi camisón. La poca distancia entre nosotros intensificaba la conciencia de nuestros cuerpos, despertando una oleada de sensaciones que luchaban por tomar el control.
"No estoy seguro de qué tan seguro sea que estés casi desnuda ante mí," dijo Louie con la voz grave, sus ojos fijos en los míos con una intensidad palpable. Lentamente, su mano descendió, rozando suavemente la piel de mi muslo a través del camisón.
"Louie," dije en un susurro entrecortado, mi respiración comenzando a acelerarse ante su tacto y la cercanía de su cuerpo sobre el mío. La advertencia en mi voz era tenue, apenas audible por el torbellino de sensaciones que comenzaba a despertar en mi interior.
"¿Y Brianna?", añadí, recordando su presencia al otro lado de la puerta. "Brianna está en el baño, justo ahí." Señalé con la mirada la puerta cerrada, un límite tangible en nuestro pequeño universo íntimo. La idea de que pudiera salir en cualquier momento nos obligaba a ser cautelosos.
Louie suspiró, su mirada aún fija en mis labios, aunque su movimiento se detuvo ante la mención de Brianna. Pude sentir la frustración contenida en la tensión de sus músculos sobre mí. "Lo sé, Jo," dijo Louie con un suspiro apenas audible, su mirada fija en mis ojos con una intensidad que contradecía su tono resignado. Lentamente, su mano volvió a descender, acariciando suavemente la piel de mis piernas desnudas, justo donde el camisón terminaba por encima de mi cintura. El roce ligero envió una oleada de calor a través de mi cuerpo, recordándome la cercanía que compartíamos.
"Es tan difícil," repitió, su voz ahora más ronca, casi un susurro cargado de anhelo. Su pulgar se detuvo, demorándose en la piel sensible de mi muslo. "Dios, Jo... ¿cómo puedes tener la piel tan suave? " Su pregunta era casi una exhalación, un suspiro cargado de una fascinación palpable. "Si asi de suave es la piel de tus muslos, qué tan suave será..." Dejó la pregunta en el aire, sus ojos fijos en los míos con una intensidad que hizo que mi corazón comenzara a latir más rápido.
La tensión en la habitación se espesó, cargada de una electricidad silenciosa y la promesa tácita de un deseo contenido. La mención de Brianna al otro lado de la puerta pareció desvanecerse ante la fuerza de su mirada y la pregunta sin respuesta que colgaba entre nosotros.
Mi respiración se entrecortó ante su tacto y sus palabras. La calidez de su mano en mi piel desnuda contrastaba con la ligera frialdad del aire matutino. Cerré los ojos por un instante, luchando por mantener la compostura en medio del torbellino de sensaciones que comenzaba a despertar en mí.
"Louie..." murmuré, mi voz apenas audible, un suave reproche cargado de anhelo. Sabía que debíamos detenernos, por nuestra promesa y por la presencia de Brianna al otro lado de la puerta, pero una parte de mí no quería que ese momento terminara. Su cercanía, su admiración palpable, despertaban en mí una mezcla de timidez y un deseo incipiente.
Él suspiró de nuevo, su pulgar moviéndose suavemente sobre mi piel. "Lo sé, princesa. Perdóname." Su voz era un hilo de terciopelo oscuro, cargado de una sinceridad que me conmovió. "Es solo que... eres tan hermosa. Y después de todo lo que pasó anoche... solo quiero sentirte cerca."
Sus palabras eran un bálsamo para mi corazón herido, una reafirmación de su amor y su deseo. Abrí los ojos y encontré su mirada fija en la mía, llena de una ternura que disipó cualquier rastro de incomodidad.
"Yo también quiero sentirte cerca, Louie," confesé en un susurro, mi mano subiendo para acariciar suavemente su mejilla. "Pero tenemos que ser pacientes. Por nosotros."
La respiración de Louie se había vuelto entrecortada, su pecho subía y bajaba ligeramente mientras su mano continuaba su suave exploración por mi muslo. Mi propia respiración era superficial, agitada por la novedad de su tacto en esa zona tan íntima. Cada roce de sus dedos enviaba una oleada de calor a través de mi cuerpo, despertando sensaciones desconocidas y excitantes.
Sin poder evitarlo, un suspiro leve escapó de mis labios, casi un gemido inaudible ante la intensidad del momento. El sonido, por tenue que fuera, pareció tener un efecto inmediato en Louie. Su mirada se oscureció aún más, y la tensión en su cuerpo sobre el mío se intensificó.
"¿Te gusta, princesa?", murmuró, su voz aún más ronca, su aliento cálido rozando mi oído. Su mano se detuvo por un instante, como esperando mi respuesta.
Mordí mi labio inferior, incapaz de articular una respuesta coherente. El torbellino de sensaciones me había dejado sin palabras. Solo pude asentir levemente, mis ojos fijos en los suyos, buscando una guía en medio de esta nueva experiencia.
Louie pareció interpretar mi silencio y mi asentimiento como una invitación. Su mano se movió un centímetro más arriba, rozando el borde de mi ropa interior. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo ante ese contacto fugaz.
Justo en ese instante, el repentino sonido estridente del teléfono de la habitación rompió la tensión palpable entre nosotros. El timbre agudo resonó en el silencio, sobresaltándonos a ambos y separándonos bruscamente de nuestro pequeño universo íntimo.
Respiré profundamente, tratando de recomponer mi respiración y la aceleración de mi pulso mientras extendía la mano temblorosa para contestar el teléfono. Mi voz salió más áspera de lo normal al responder.
"Buenos días, Elena."
"Buenos días, señorita Josephine. Disculpe que la haya despertado," respondió la voz dulce y preocupada de Elena al otro lado de la línea.
Ella piensa que me despertó, pensé con un alivio casi palpable, mientras mis ojos permanecían fijos en los oscuros y expectantes de Louie, que aún se encontraba sobre mí.
"Solo quería decirle que toda su familia salió por una semana, por asunto de trabajo," continuó Elena, enfatizando la ausencia total de mis parientes. "Y se llevaron a las niñas porque la señora Esperanza no las quiso dejar aquí solas. Le avisaba para que supiera y pudiera estar tranquila con la señorita Brianna."
Hizo una breve pausa, como esperando mi reacción.
"Ah... entiendo, Elena. Gracias por avisar," respondí, tratando de que mi voz sonara lo más normal posible, aunque mi mente ya estaba trabajando a toda velocidad con las implicaciones de esta noticia.
"De nada, querida. También quería informarle que sus padres aprovecharon para darnos la semana de descanso a los empleados de la mansión por nuestras vacaciones. Solo va a estar el guardia de seguridad de la entrada, y las chicas de limpieza vendrán bien temprano y se irán antes de que usted se despierte. Con respecto a la comida, sus padres mencionaron que usted sabía cocinar y no se iba a morir de hambre."
Elena soltó una pequeña risa al final, tratando de aligerar el tono.
"Sí, Elena, no se preocupe por eso. Muchas gracias por todo," dije, con una sonrisa que ella no podía ver. Colgué el teléfono lentamente, mi mirada aún clavada en Louie. El peso de la información que acababa de recibir era enorme. Estábamos solos. Completamente solos en la inmensa mansión.
Un silencio cargado de posibilidades se instaló en la habitación después de colgar el teléfono. Mis ojos seguían fijos en los de Louie, tratando de descifrar la mezcla de emociones que danzaban en su mirada. Sorpresa, incredulidad y una chispa traviesa parecían competir por el dominio.
"¿Se fueron?", preguntó finalmente Louie, su voz apenas un susurro, como si no terminara de creer la noticia.
Asentí lentamente, la magnitud de la situación comenzando a calar hondo en mí. "Toda mi familia. Y los empleados tienen la semana libre. En otras circunstancias, me sentiría triste porque literalmente me abandonaron aquí a mi suerte..."
Los ojos de Louie brillaron con una intensidad renovada, y una sonrisa lenta y pícara comenzó a extenderse por sus labios. "Eso significa que... podremos pasar una semana juntos... compartiendo en la mansión... sin miedo a que nos descubran... como unos novios normales."
Su afirmación, llena de una promesa tácita, hizo que mi corazón latiera más rápido. Nos miramos fijamente por un instante, la anticipación creciendo entre nosotros antes de que Louie se inclinara y nuestros labios se unieran en un beso suave pero cargado de anhelo.
Mientras nos besábamos, una de las manos de Louie descendió lentamente por mi costado, retomando el camino donde se había quedado justo antes de la llamada, deslizándose suavemente por mi muslo.
Miestras tanto, la puerta del baño se abrió en un silencio que incluso a Brianna le pareció extraño. Salió, esperando encontrar a Jo pensando en el plan de escape y a Louie quizás ya levantado. Pero la escena que la recibió la dejó clavada en el umbral, con el cepillo de dientes aún en su mano.
Allí estaban, en la cama de Jo. Louie sobre ella, sus labios unidos en un beso suave pero que transmitía una intensidad palpable. Y su mano... su mano deslizándose con una lentitud deliberada por el muslo de Jo, justo donde la tela de ese camisón diminuto dejaba la piel al descubierto.
Un escalofrío inesperado recorrió su vientre, descendiendo hasta terminar en una breve, punzante sensación en su intimidad. Soltó un suspiro apenas audible, casi imperceptible. ¿Qué mierda?, pensó, una mezcla de sorpresa y una extraña agitación revolviéndose en su interior mientras seguía observando la escena en silencio. Ellos seguían ajenos a su presencia, absortos en su propio mundo.
La puerta del baño se abrió en un silencio que incluso a Brianna le pareció extraño. Salió, esperando encontrar a Jo pensando en el plan de escape y a Louie quizás ya levantado. Pero la escena que la recibió la dejó clavada en el umbral, con el cepillo de dientes aún en su mano.
Allí estaban, en la cama de Jo. Louie sobre ella, sus labios unidos en un beso suave pero que transmitía una intensidad palpable. Y su mano... su mano deslizándose con una lentitud deliberada por el muslo de Jo, justo donde la tela de ese camisón diminuto dejaba la piel al descubierto. Una punzada extraña, una sensación desconocida que se anidó en su bajo vientre, la recorrió de arriba abajo. ¿Qué demonios... siento?, pensó, observando la escena con una curiosidad incómoda. Nunca antes su cercanía le había provocado esta... inquietud.
Justo en ese instante, un suave gemido escapó de los labios de Jo. Era un sonido pequeño, casi un susurro, pero que resonó en el silencio de la habitación y la descolocó aún más. La punzada en su bajo vientre se intensificó, convirtiéndose en una presión extraña. Su respiración se aceleró ligeramente, y una corriente cálida le recorrió las piernas. Dios... ¿qué me está pasando? Su mente luchaba por entender esta reacción tan intensa ante algo que, en teoría, no debería afectarla de esta manera.
Su pulso latía con fuerza en sus sienes, un ritmo acelerado que resonaba con la confusión que se arremolinaba en su interior. ¿Por qué sentía esta necesidad? Una necesidad extraña, visceral, al observar la intimidad de Jo y Louie. Sentía cómo sus pupilas se dilataban involuntariamente, absorbiendo cada detalle de la escena en la cama. ¿Qué está pasando conmigo? ¿Por qué me siento así? ¿Por qué ellos... por qué están haciendo eso?
Y entonces, como un rayo en medio de la tormenta de sus pensamientos, la verdad la golpeó con una fuerza inesperada. Envidia. Una punzada aguda y dolorosa de envidia se clavó en su pecho. Envidia... de Louie. Envidia de su cercanía con Jo, de la forma en que la tocaba, de la intimidad que compartían y que ella nunca había experimentado con nadie. Era una sensación nueva, incómoda y profundamente perturbadora. Nunca antes había sentido esta clase de... anhelo al verlos juntos. Siempre había sido la amiga que los apoyaba, la espectadora de su incipiente romance. Pero ahora... ahora algo había cambiado en su interior. Y ese algo la asustaba.
La realización la dejó helada en el umbral del baño, con el cepillo de dientes aún colgando torpemente en su mano. Envidia de Louie... era absurdo, ilógico. Louie era su amigo, el novio de su mejor amiga. Nunca lo había visto de esa manera. ¿Por qué ahora? ¿Por qué esta punzada en el vientre, este calor recorriendo su cuerpo, esta necesidad extraña al observarlos? No era a él a quien quería... era a ella. Quería ser ella quien la mirara así, quien acariciara su piel suave de esa manera, quien compartiera esa intimidad. La idea la sacudió hasta la médula.
Ver el contorno del cuerpo de Josephine, apenas cubierto por ese trozo de seda, siendo acariciado con tanta delicadeza por Louie, provocó una punzada aún más intensa en su bajo vientre. Una creciente humedad, cálida y extraña, comenzó a acumularse en su zona íntima, alarmándola profundamente. Dios mío, ¿qué me está pasando?
Sin poder soportar un segundo más la escena que se desarrollaba ante sus ojos, se obligó a retroceder, entrando de nuevo al baño y cerrando la puerta tras de sí con un clic suave pero definitivo. Apoyó la espalda contra la fría madera, respirando con dificultad mientras trataba de entender la tormenta de sensaciones que la había asaltado.
El nudo de tensión en su bajo vientre se había vuelto insoportable, una presión punzante que irradiaba calor por todo su cuerpo. La imagen de Josephine, con su piel suave apenas cubierta, siendo acariciada con tanta ternura por Louie, se había instalado en su mente como un fuego lento, alimentando una necesidad que ya no podía ignorar.
Sin pensarlo, por pura desesperación, su mano se movió con más decisión, presionando con más firmeza contra la tela de sus pantalones. Un gemido ahogado escapó de sus labios al sentir la primera punzada de placer. La sensación era extraña, casi ajena, pero a la vez intensamente liberadora.
Su mente, sin embargo, estaba inundada por la imagen de Josephine. Era su contorno delicado bajo la seda, la forma en que su piel reaccionaba al tacto de Louie, lo que la llevaba al límite. Cada roce imaginario, cada suspiro silencioso que le atribuía, intensificaba la sensación en su interior, empujándola más allá del punto de no retorno. Sus dedos se movieron con una urgencia creciente, buscando un alivio desesperado en la fantasía prohibida que su mente había conjurado.
Nos inclinamos el uno hacia el otro, la respiración entrecortada, el deseo creciendo entre nosotros como una fuerza invisible. Nuestros labios se encontraron en un beso que comenzó suave, exploratorio, pero que rápidamente se intensificó, cargado de la tensión contenida de la noche anterior y la promesa de una semana de libertad. La mano de Louie, que descansaba en mi muslo, comenzó a moverse con una lentitud deliberada, acariciando mi piel con una suavidad que encendía una sensación de electricidad recorriendo mi cuerpo.
Un suspiro leve, casi un gemido inaudible, escapó de mis labios ante su tacto. El calor se concentró en mi bajo vientre, una humedad creciente que me hacía sentir extrañamente vulnerable y excitada al mismo tiempo. El roce de su mano ascendió un poco más por mi muslo, deteniéndose peligrosamente cerca del borde de mi camisón, y una nueva sensación se sumó al torbellino de mis sentidos: la leve presión de su miembro, firme contra mi propia intimidad a través de la fina tela de su pantalón. La cercanía de nuestros cuerpos, la fricción sutil, enviaron ondas de calor y una punzada de anhelo que me hicieron aferrarme a sus hombros.
El beso se profundizó hasta consumir todo a mi alrededor. La mano de Louie continuaba su ascenso lento y deliberado por mi muslo, cada roce enviaba descargas eléctricas que se concentraban en el centro de mi ser, donde una humedad cálida y creciente anunciaba un despertar intenso. La leve presión de su cuerpo contra el mío se intensificó, y la firmeza de su miembro, ahora innegable contra mi propia intimidad a través de la seda del camisón y la tela de su pantalón, desató una oleada de calor que me hizo jadear.
Me aferré a sus hombros con fuerza, mi cuerpo respondiendo involuntariamente a cada uno de sus movimientos. La electricidad se había convertido en un torrente, recorriéndome de pies a cabeza, y la humedad en mi interior era ahora una necesidad palpitante. Mis labios se entreabrieron en busca de aire, y un gemido apenas audible escapó de mi garganta.
Al igual que yo, Louie parecía perdido en la vorágine de la excitación. Sentía su respiración agitada contra mi rostro, el temblor en sus manos mientras acariciaban mi piel. Pude percibir cómo su cuerpo se tensaba contra el mío, la presión en mi entrepierna haciéndose más evidente. Una humedad incipiente oscurecía ligeramente la tela de sus pantalones justo en esa zona, un espejo silencioso de mi propio despertar. El mundo exterior se había desvanecido, solo existíamos nosotros dos, inmersos en un torbellino de sensaciones prohibidas, al borde de romper todas nuestras promesas.
Los dedos temblorosos de Louie comenzaron a jugar con el delicado filo de encaje de mi ropa interior, la promesa tácita de traspasar todos los límites pendía en el aire. "Quiero sentirte," murmuró con la voz ronca, sus ojos oscuros fijos en los míos, cargados de un deseo apenas contenido. "Tu piel debe de estar tan suave... Siento el calor que emanas, un calor que me llama..."
Su tacto ligero, casi una caricia, en esa zona tan sensible envió una nueva oleada de electricidad a través de mi cuerpo, intensificando la humedad y el latido frenético en mi interior. Un gemido ahogado escapó de mis labios ante la anticipación de lo que estaba a punto de suceder. Louie se inclinó aún más, su aliento cálido rozando mi oído mientras sus dedos se aventuraban un poco más, rozando la piel que ardía bajo la seda del camisón. Estaba a punto de perderme por completo en la vorágine de sensaciones, cuando...