Capítulo 32: Al Borde Del Abismo

"...¿Qué están haciendo, tortolitos?", dijo una Brianna con una energía desbordante y una picardía palpable en su voz, apareciendo de repente en el umbral del baño.

Louie quedó paralizado en su sitio, su mano a escasos centímetros de mi intimidad, como si lo hubieran congelado en medio de un movimiento prohibido. Yo, por mi parte, no supe cómo reaccionar. Mi mente tardó unos segundos en procesar su presencia, la excitación dando paso a una oleada de vergüenza y sorpresa.

"Ay, Dios, Brianna...", dije con la voz aún ronca y temblorosa, recordando de golpe la existencia de mi amiga. La cordura comenzaba a regresar lentamente, como una marea que retrocede después de una crecida repentina. La intensidad del momento anterior se desvanecía, dejando tras de sí un rastro de calor y una punzada de incomodidad ante la repentina interrupción.

La sonrisa de Brianna era amplia y traviesa, sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y diversión maliciosa. Parecía haber llegado justo en el momento más inoportuno... o quizás el más oportuno, dependiendo de cómo lo viéramos.

"Vaya, vaya... parece que la mañana se puso interesante por aquí," comentó, apoyándose en el marco de la puerta con los brazos cruzados. Su mirada recorrió la habitación, deteniéndose en la cercanía de Louie y en mi propio sonrojo evidente. "Y yo que pensaba que el baño era el lugar con más vapor."

Un silencio incómodo se instaló en la habitación. Louie seguía inmóvil, su mano suspendida en el aire, sin atreverse a moverse. Yo luchaba por encontrar las palabras, sintiendo cómo el calor subía por mi cuello hasta mis mejillas.

"Brianna... no es lo que parece," balbuceé, aunque la evidencia era bastante condenatoria.

Ella arqueó una ceja con incredulidad. "¿Ah, no? Porque a mí me parecía que estaban a punto de tener un momento... muy íntimo. ¿Me perdí de algo?" Su tono era ligero, pero había una chispa de picardía en sus ojos que me hacía sospechar que había presenciado más de lo que dejaba entrever.

Con un movimiento rápido, casi un brinco impulsado por la sorpresa y la vergüenza, Louie se puso de pie a un lado de la cama. Instintivamente, tomó la sábana que me cubría parcialmente y la extendió con cuidado para envolverme por completo, como si intentara borrar la evidencia del momento íntimo que habíamos compartido.

"¡Oh, Dios, Louie! Parece que alguien te llevó al límite," exclamó Brianna, soltando una carcajada divertida. Su mirada pícara se detuvo en la evidencia innegable que ahora era más visible con Louie de pie: la humedad oscura marcando la tela de sus pantalones justo en la entrepierna.

Fue entonces cuando Louie se percató de lo que Brianna estaba viendo. Yo también bajé la mirada y lo vi: la silueta marcada y prominente de su parte íntima, resaltada por la humedad oscura en la tela de sus pantalones.

"Ay, Dios, Louie...", suspiré, con una mezcla de sorpresa y un calor que volvía a encenderse en mi interior ante la imagen.

Sin decir una palabra, con el rostro encendido y una velocidad sorprendente, Louie salió disparado hacia la puerta del baño, cerrándola de un golpe tras de sí. El silencio repentino que quedó en la habitación solo fue interrumpido por la risa contagiosa de Brianna.

Brianna soltó otra carcajada sonora antes de saltar ágilmente sobre la cama, aterrizando a mi lado con un pequeño rebote. Me envolvió con sus brazos alrededor de la cintura, abrazándome con fuerza mientras su risa seguía resonando en la habitación.

"¡Ay, Jo, amiga! ¿Y yo que pensaba que esta mañana iba a ser tranquila!", exclamó, su voz entrecortada por la risa. "¡Pero parece que ustedes dos tenían planes mucho más... interesantes!" Me apretó un poco más, su alegría palpable. "¿Y bien? ¡Cuéntamelo todo!" Sus ojos brillaban con una curiosidad insaciable. "No te vas a librar tan fácil. ¿Qué demonios estaba a punto de pasar antes de que la santa Brianna hiciera su gloriosa entrada?"

Un suspiro escapó de mis labios, una mezcla de vergüenza y la persistente agitación que aún recorría mi cuerpo. "¿Qué te puedo decir, Bri? Estábamos... hablando," intenté decir con la mayor naturalidad posible, aunque mi voz aún sonaba un poco temblorosa.

Brianna entrecerró los ojos con una sonrisa pícara. "¿Hablando? ¿Con las manos justo ahí y Louie con esa... evidencia tan elocuente en sus pantalones? Vamos, Jo, no nací ayer." Su agarre alrededor de mi cintura se aflojó un poco mientras se incorporaba para mirarme directamente a los ojos. "Sé que entre ustedes dos hay algo más que 'hablar'. Pero, ¿tan temprano? ¿Y con tanta... intensidad?" Su ceja se alzó inquisitivamente. "¡Cuéntame los detalles jugosos!"

"¡Dios mío, Brianna!", exclamé, mi rostro ardiendo de vergüenza. Intenté cubrirme más con la sábana, aunque ya me tenía bien envuelta. "¡No tienes por qué ser tan... gráfica!"

Ella soltó otra risita, aunque esta vez fue un poco más contenida. "Vamos, Jo, somos amigas. Y después de la noche que pasamos, creo que merezco saber qué estaba a punto de suceder antes de que interrumpiera su... momento de conexión matutina." Su mirada se dirigió hacia la puerta cerrada del baño, donde Louie seguramente estaba intentando recuperar la compostura. "Aunque, a juzgar por la rapidez con la que Louie huyó, creo que me puedo hacer una idea bastante clara."

Se acercó un poco más, bajando la voz a un susurro conspirador. "¿Ya... sabes? ¿Ya lo han hecho?" Sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y una ligera sorpresa.

"¡No, Brianna, por Dios!", exclamé, mi rostro aún encendido. "Esta es la primera vez que... que pasamos de los simples besos que tú veías." Mis palabras salieron atropelladamente, la vergüenza mezclándose con una extraña sensación de alivio al confesárselo.

Brianna abrió los ojos con sorpresa, su sonrisa pícara se desvaneció por un instante, reemplazada por una expresión de genuina sorpresa. "¿En serio? ¿Todo este tiempo...? Vaya." Se quedó pensando un momento, como procesando la información. Luego, una sonrisa más suave se dibujó en sus labios. "Bueno, eso lo explica todo... o casi todo." Su mirada volvió a dirigirse hacia la puerta del baño con una ceja alzada. "Entonces, parece que la 'conversación' se estaba poniendo bastante... interesante."

Un suspiro escapó de mis labios. "Se estaba poniendo... intenso, sí," admití, sintiendo el calor regresar a mis mejillas al recordar las sensaciones que me habían invadido hace apenas unos instantes. "Pero no pasó nada más, Bri. Tú... interrumpiste justo a tiempo."

Brianna me miró con una mezcla de incredulidad y diversión. "¿Justo a tiempo o justo en el mejor momento? Depende de cómo lo mires," comentó con una sonrisa traviesa. "Pero entiendo. Primeras veces... son especiales." Su tono se volvió un poco más suave, casi comprensivo. "Aunque, debo admitir que la reacción de Louie al verte fue... épica." Soltó una pequeña risita al recordar su huida precipitada al baño.

"Estaba avergonzado," murmuré, aunque en el fondo sabía que había algo más que simple vergüenza en su reacción. La excitación que ambos habíamos sentido era innegable.

"Avergonzado y... claramente afectado," añadió Brianna, levantando las cejas de manera sugerente. "Pero bueno, ahora lo importante es... ¿qué hacemos?" Su mirada se volvió más seria, aunque la chispa de curiosidad aún brillaba en sus ojos. "¿Qué va a pasar ahora entre ustedes dos?"

Un profundo rubor se extendió por todo mi rostro al escuchar su pregunta directa. Bajé la mirada, sintiendo una punzada de vergüenza al recordar la intensidad de las sensaciones que me habían embargado hacía unos instantes. Era difícil poner en palabras algo tan íntimo y, hasta ese momento, inexplorado.

"Bri...", comencé en un susurro, mi voz apenas audible. "Fue... diferente. Nunca había sentido algo así..." Hice una pausa, buscando las palabras adecuadas para describir la mezcla de excitación, nerviosismo y una extraña sensación de vulnerabilidad que me había invadido.

"Su tacto... se sintió... electrizante," continué, levantando la mirada brevemente para encontrar la suya, donde la comprensión comenzaba a asomarse. "Y... la cercanía... la forma en que me miraba... hizo que sintiera... cosas." Mis mejillas ardían y mi corazón latía con fuerza al revivir esos momentos en mi mente.

"Sentí... una necesidad... una calidez... en lugares donde nunca antes la había sentido," confesé, bajando la voz aún más, casi avergonzada de admitir la intensidad de mi propia respuesta física. "Fue... un poco abrumador, pero... también... se sintió... bien. Muy bien." Un suspiro tembloroso escapó de mis labios al evocar la explosión de sensaciones que había experimentado justo antes de su llegada. "Me dejé llevar... y... sentí... mucho." La vergüenza me impidió añadir detalles más explícitos, pero esperaba que mis palabras fueran suficientes para que Brianna entendiera, al menos un poco, lo que había sucedido.

Brianna me miró en silencio por un momento, su expresión seria y pensativa. Parecía estar procesando cada una de mis palabras, comprendiendo la vulnerabilidad que implicaba mi confesión. Finalmente, una pequeña sonrisa suave se dibujó en sus labios.

"Vaya, Jo," dijo en un tono dulce y comprensivo. "Parece que las cosas entre tú y Louie se están poniendo... serias." Hizo una breve pausa, como buscando las palabras adecuadas. "Y eso... eso es bueno, ¿no?" Su mirada era ahora directa y llena de una calidez reconfortante. "Quiero decir, ambos se gustan mucho, y después de todo lo que han pasado..." Dejó la frase en el aire, aludiendo a los obstáculos que habíamos enfrentado como grupo y a la creciente conexión entre Louie y yo.

"Sí," respondí en un susurro, sintiendo un peso levantarse de mi pecho al compartir mis sentimientos con ella. "Sí, se siente... bien. Aunque también un poco... aterrador." La idea de explorar una intimidad física con Louie era emocionante, pero también me llenaba de incertidumbre y una punzada de timidez.

Brianna asintió lentamente, comprendiendo mi vacilación. "Lo entiendo. Es un paso grande. Pero, Jo, mírate. Y mira a Louie. Se aman. Y lo que pasó hace un momento... bueno, parecía bastante evidente que ambos lo disfrutaron." Su sonrisa volvió a adquirir un toque travieso. "Aunque lamento haber interrumpido justo en la mejor parte." Me dio un codazo suave en las costillas. "¿Quién sabe qué hubiera pasado si no hubiera salido del baño en ese preciso instante?"

"Ahora que lo mencionas...", dije, frunciendo el ceño también. "Sí, es muy raro que Elena no haya venido ya." Una punzada de preocupación me recorrió por un instante, pero luego recordé la llamada telefónica. "Ah, espera... ¡la llamada!"

"¿Llamada? ¿Qué llamada?", preguntó Brianna, mirándome con curiosidad.

"Fue Elena," expliqué. "Llamó hace un rato, justo antes de que... bueno, ya sabes." Un leve rubor volvió a mis mejillas al recordar el momento interrumpido. "Dijo que toda mi familia salió de viaje por trabajo, por unos días. Y se llevaron a mis sobrinas porque Esperanza no quería dejarlas solas."

Los ojos de Brianna se abrieron con sorpresa. "¿Toda tu familia? ¿Se fueron todos?"

Asentí. "Sí. Y también dijo que les dieron la semana libre a casi todos los empleados de la mansión por sus vacaciones. Solo está el guardia en la entrada y las chicas de limpieza vendrán temprano, pero se irán antes de que nos levantemos."

Una sonrisa lenta y significativa comenzó a dibujarse en mis labios al comprender plenamente las implicaciones de la noticia. Miré a Brianna, y luego mis ojos se dirigieron hacia la puerta cerrada del baño, donde aún permanecía Louie.

"Y... bueno," continué con un tono suave, una ligera picardía en mi voz. "Supongo que, sabiendo que teníamos... la casa para nosotros solos... las cosas se pusieron un poco más... intensas."

Los ojos de Brianna se iluminaron con una mezcla de sorpresa y emoción ante mi revelación. "¡¿Qué?! ¿Toda la mansión para nosotros solos? ¿Y una semana entera?" Su rostro se iluminó con una sonrisa traviesa. "¡Ay, Jo, esto es increíble! En otras circunstancias, me preocuparía que te hubieran dejado aquí sin compañía, pero... ¡esto es una oportunidad de oro!"

Se incorporó completamente en la cama, sus ojos brillando con entusiasmo. "¡Una semana entera sin tener que escondernos, sin el miedo constante de que tus padres nos descubran! ¡Podemos hacer lo que queramos, cuando queramos, en cualquier rincón de esta enorme mansión!" Su mirada se dirigió hacia la puerta del baño, donde aún no había señales de Louie. "Bueno, casi cualquier rincón... al menos hasta que el Romeo mojado decida salir de su escondite."

Volvió a mirarme con una sonrisa radiante, extendiéndome una mano. "¡Vamos, Jo! ¡Tenemos una mansión a nuestra disposición! Podemos pasar la semana los tres juntos, disfrutando de cada rincón, de la piscina, del jardín enorme... ¡sin miedo a que tus padres nos corran!" Su entusiasmo era contagioso, y la idea de una semana de libertad sin las restricciones habituales comenzaba a sonar realmente tentadora.

Solté una carcajada ante el entusiasmo de Brianna, contagiándome de su energía. "Tienes razón, Bri. Es una oportunidad única. Aunque... no sé si Louie esté tan emocionado de pasar toda la semana con nosotras dos," dije con una sonrisa pícara, recordando su repentina huida al baño.

"¡Tonterías!", exclamó Brianna, haciéndome un gesto con la mano. "Una vez que se le pase la vergüenza, estará encantado. ¡Piensa en todas las películas que podemos ver en el cine en casa, las noches de piscina, las maratones de videojuegos en esa sala enorme del sótano! ¡Y sin tener que susurrar ni saltar al menor ruido!" Su imaginación ya estaba volando.

"Sí, suena... divertido," admití, aunque una parte de mí seguía pensando en las interrupciones menos inocentes que podrían haber ocurrido sin la presencia de Brianna.

En ese momento, escuchamos la voz de Louie al otro lado de la puerta del baño, aunque sonaba un poco amortiguada. "Oye... amor..." Su tono era suave, casi avergonzado. "Necesito... ropa..." Dijo con pena, la vergüenza aún palpable en su voz.

Solté una risita al escuchar la petición de Louie al otro lado de la puerta, imaginándolo avergonzado y sin ropa. A mi lado, Brianna soltó una carcajada sonora que resonó en la habitación.

"Ya te consigo, amor," dije con voz suave y dulce hacia la puerta del baño. "Pásame tus medidas por un mensaje, por favor. Y aprovecha de bañarte mientras te consigo la ropa," añadí con suavidad.

"Amor... no tengo mi teléfono. Está en la mesita," respondió Louie, su voz aún cargada de pena.

"Ya te lo paso, amor," dije, tomando el teléfono de Louie que estaba sobre la mesita de noche. La pantalla se encendió, mostrando una foto mía sonriendo como fondo de pantalla. Una oleada de ternura me invadió al ver ese pequeño detalle.

A mi lado, Brianna largó otra carcajada, esta vez aún más fuerte. "¡Qué cursi eres, Romeo!" exclamó entre risas.

Me acerqué a la puerta del baño y toqué suavemente la madera. "Amor, abre un poquito la puerta para pasarte el teléfono," dije con suavidad. La puerta se entreabrió lo suficiente para que una mano asomara. Deposité el teléfono en su palma y esperé. Unos segundos después, mi propio teléfono vibró con un nuevo mensaje. Era de Louie, con sus medidas.

Abrí rápidamente una de mis aplicaciones de compras favoritas y comencé a buscar ropa para Louie. Seleccioné varios conjuntos casuales para toda la semana, pijamas cómodas y algunos artículos de aseo personal que seguramente necesitaría. También agregué un par de zapatos deportivos que sé que le encantan, un traje de baño moderno que le quedaría genial para la piscina, y ese perfume amaderado que siempre decía que quería probar. Como un impulso adicional, incluí un par de camisetas de sus bandas favoritas y una gorra que sé que usa cuando sale a correr. Revisé dos veces las tallas basándome en el mensaje que me había enviado y confirmé la compra, optando por el servicio de entrega exprés para que llegara lo antes posible. Pagué con mi tarjeta, sintiendo una pequeña punzada de satisfacción al hacerme cargo de él y de darle algunos regalos inesperados.

Luego, tomé el teléfono fijo de la habitación y marqué el número del portero. Después de un par de tonos, el señor Oswaldo contestó con su habitual tono amable.

"Buenos días, señor Oswaldo, ¿cómo está usted?" pregunté con cortesía.

"Buenos días, señorita. Bien, gracias a Dios. ¿Necesita algo?", respondió él, su voz denotando su disposición a ayudar.

"Sí, señor Oswaldo. Compré unas cosas por internet y deberían llegar en un rato. Por favor, cuando lleguen, ¿podría dejarlas en el recibidor?"

"A su orden, señorita. Yo me encargo. ¿Algo más en lo que pueda ayudarla?"

"Nada más, señor Oswaldo. Muchísimas gracias y feliz día," dije con una sonrisa, aunque él no pudiera verla.

"Igualmente, señorita. Que tenga un buen día," respondió amablemente antes de colgar.

Dejé el teléfono sobre la mesita y me volví hacia Brianna, que me observaba con una sonrisa divertida.

"¿Compraste toda una tienda para tu Romeo mojado?", preguntó con una ceja alzada.

"Algo así," respondí, encogiéndome de hombros con una sonrisa culpable. "Quería que tuviera todo lo que necesitara para la semana... y algunas cositas más." La idea de verlo con la ropa nueva y el perfume me hacía sentir una mezcla de anticipación y ternura.

"¿Y para mí?", dijo Brianna con una fingida tristeza en su voz, aunque sus ojos traviesos la delataban.

Sonreí y la abracé de nuevo. "Ay, Bri, no te pongas así. Tú tienes acceso a todo mi vestidor. Quédate con lo que quieras. Sabes que comparto todo contigo."

Brianna ya había desaparecido dentro de mi vestidor, seguramente disfrutando de su improvisada sesión de compras. Justo en ese momento, el timbre de la entrada sonó, indicando que las compras de Louie habían llegado.

Salí de la habitación, aún en pijama, y bajé las escaleras. Al abrir la puerta principal, encontré las bolsas con el logo de la tienda prolijamente apiladas en el recibidor. No había rastro del señor Oswaldo; seguramente las había dejado allí y se había marchado rápidamente.

Recogí las bolsas, que eran bastante pesadas, y cerré la puerta con seguro. Subí de regreso a la habitación, sintiendo curiosidad por ver la reacción de Louie cuando viera su nuevo guardarropa. Al entrar, encontré a Brianna sumergida entre mis prendas, con un montón de ropa doblada sobre sus brazos y una sonrisa de oreja a oreja.

"¡Mira lo que encontré, Jo!", exclamó Brianna, sosteniendo una de mis blusas favoritas de seda. "Siempre quise esta. ¡Es perfecta!"

Sonreí. "Te queda genial, Bri. Llévala."

"¿En serio?", preguntó con los ojos brillantes.

"Claro. Para eso te dije. Ahora, ayúdame a sacar estas cosas para Romeo," dije, señalando las bolsas que había dejado sobre la cama.

Juntas, vaciamos las bolsas, extendiendo la ropa, los zapatos, el traje de baño y el perfume sobre la colcha. Había una variedad de estilos y colores, pensando en que tuviera opciones para toda la semana.

"Vaya, Jo, no escatimaste en gastos," comentó Brianna, examinando el perfume con curiosidad. "Este huele delicioso. ¡A Louie le va a encantar!"

"Espero que sí," respondí con una sonrisa nerviosa. "Quería que tuviera algo cómodo y que se sintiera bien."

En ese momento, la puerta del baño se abrió lentamente y Louie asomó la cabeza, con el cabello húmedo y una toalla envuelta alrededor de su cintura. Sus ojos se abrieron con sorpresa al ver el despliegue de ropa sobre la cama.

"Pensé que no estaban en la habitación," dijo Louie, su voz aún un poco insegura mientras terminaba de salir del baño, la toalla ajustándose precariamente a su cadera. Mi mirada se quedó fija en él, en la forma en que las gotas de agua brillaban en su piel bronceada, en el dibujo de sus músculos pectorales... era la primera vez que lo veía así, tan vulnerable y a la vez tan... presente. Un vuelco se produjo en mi estómago. Nuestros ojos se encontraron por un instante fugaz, una conexión silenciosa cargada de la tensión de hacía un rato, antes de que Brianna rompiera el silencio con su habitual espontaneidad.

"¡Mira todo lo que te compró tu Julieta, Romeo!", exclamó Brianna con una sonrisa divertida al ver la escena, señalando el despliegue de ropa sobre la cama. Luego me miró con picardía y añadió en voz baja, pero lo suficientemente audible para que Louie escuchara: "Julieta, que te está comiendo con la mirada ese torso desnudo y mojado..."

Un leve rubor tiñó mis mejillas ante el comentario de Brianna, aunque no pude evitar mantener mi mirada unos segundos más en el torso de Louie. Las gotas de agua aún brillaban tenuemente sobre su piel, resaltando la forma de sus músculos. Aparté la mirada rápidamente, sintiendo el calor subir por mi cuello.

Louie, por su parte, parecía un poco abrumado por la cantidad de ropa. Sus ojos iban de las prendas extendidas a mí, con una mezcla de sorpresa y algo más que no lograba descifrar.

"¿Todo esto... es para mí?", preguntó, su voz aún un poco ronca por la ducha.

"¡Absolutamente!", respondió Brianna con entusiasmo. "Tu Julieta se lució. Tienes atuendos para toda la semana, pijamas, traje de baño... ¡hasta perfume nuevo!" Tomó el frasco y se lo acercó para que lo oliera. "Huele delicioso, ¿verdad?"

Louie tomó el frasco de perfume, lo olió brevemente y luego nos miró a ambas con una expresión de genuina sorpresa e incredulidad. " ¿Amor este no es el perfume ... verdad?"

"Si cariño, si es el perfume que querias" dije con una leve sonrisa " Entre otras cosas, que se que querias" dije brevemente

"¿Cómo es posible que mi novia de... bueno, ustedes saben... me comprara todo esto?" Su mirada se dirigió de mí a la ropa extendida sobre la cama, como si no pudiera asimilar la magnitud del gesto.

Brianna se cruzó de brazos con una sonrisa divertida. "Ay, Louie, es que tu novia no es una chica común de trece años. Es Josephine. Hija de una de las familias más ricas del país, ¿recuerdas?" Me guiñó un ojo antes de volver a mirar a Louie. "Así que acostúmbrate a los lujos, Romeo. Tu Julieta sabe cómo cuidar a su hombre."

Un leve rubor volvió a mis mejillas ante la mención de mi familia, aunque la intención de Brianna era buena. Louie parecía aún más sorprendido, sus ojos viajando de nuevo a la ropa y luego a mí, con una expresión que mezclaba gratitud y una ligera confusión.

"Josephine... yo... no sé qué decir," balbuceó, aún sosteniendo el frasco de perfume en su mano. "Es demasiado..."

"Tonterías, Louie," intervine con una sonrisa suave, acercándome a él y tomando su mano libre. "Quería que tuvieras todo lo que necesitaras para esta semana. Y además... quería darte un pequeño regalo." Le apreté la mano ligeramente. "Te lo mereces."

"Dios te quiero comer a besos, porque eres tan linda mi amor" dijo louie mirandome con ternura, robandome una sonrisa tierna.

Brianna miro a louie con picardía, "Romeo creo que, con esa toalla no la puedes abrazar" luego con entusiasmo casi grito "¡Ahora pruébate algo! ¡Queremos ver a nuestro Romeo con sus nuevos atuendos!" lue

"Me dejan vestirme entonces?", dijo Louie con una sutil sonrisa, su mirada recorriendo las prendas hasta detenerse en la ropa interior nueva que descansaba sobre la cama de Josephine. Un leve sonrojo apareció en sus mejillas al hacer ese comentario. "Esto es demasiado, mi amor," añadió con un tono suave, cargado de una mezcla de sorpresa y cariño.

"Yo lo escogí todo, es un plus saber lo que lleva puesto mi novio abajo del pantalón" dije con una sonrisa picara, "ahora me voy a duchar yo", dije dandome la vuelta para caminar hasta mi baño.

Mientras me alejaba, escuché la risita de Brianna y luego su voz diciendo que iba a buscar algo para beber, antes de que la puerta se cerrara tras ella. Apenas di un par de pasos, escuché la voz suave de Louie a mi espalda. 

"Oh, ¿sí? Bueno, ahora tengo aún más curiosidad por estrenarlos," dijo con un tono juguetón y una sonrisa traviesa en su voz. 

Sonreí con picardía, aun sin girarme asi el "Amor, cuidado, se te puede caer lo único que te está tapando." 

Sentí su risa suave justo antes de que sus brazos me rodearan la cintura y me atrajera hacia él, besándome con una ternura que me hizo suspirar. Era un beso suave pero cargado de una conexión profunda, como si necesitara reafirmar nuestro vínculo en ese momento de intimidad compartida.