El silencio que siguió al grito de Louie fue opresivo. Su respiración era agitada, y su mano aferraba el teléfono con tanta fuerza que sus nudillos se veían blancos. Yo lo miraba con el corazón latiendo con fuerza, tratando de descifrar la tormenta de emociones que se reflejaba en sus ojos. ¿Qué había dicho Josep para desatar esa furia?
Brianna se acercó a mí lentamente, con una expresión de preocupación en su rostro. Me tomó suavemente del brazo, como ofreciéndome apoyo silencioso. La atmósfera en la cocina, que hacía apenas unos minutos había estado llena de risas y aromas deliciosos, ahora se sentía cargada de una tensión casi física.
Finalmente, Louie bajó el teléfono lentamente, como si fuera un objeto peligroso. Su mirada estaba perdida, su mandíbula tensa. Tardó unos segundos en volver a enfocarse en nosotras. Había una mezcla de rabia y frustración en sus ojos, pero también una profunda tristeza.
"Lo siento," murmuró con la voz ronca, pasando una mano por su cabello revuelto. "No quería gritar así." Su disculpa, aunque sincera, no lograba disipar la inquietud que se había instalado en el ambiente. Sabía que lo que Josep había dicho había calado hondo en él.
"¿Qué... qué pasó, Louie?", pregunté con voz suave, acercándome a él con cautela. Necesitaba saber qué había provocado esa explosión, qué amenaza se cernía sobre nuestro futuro.
Louie apartó la mirada de la mía, su rostro aún tenso, aunque intentó suavizar su expresión. "Amor... no quiero hablar de esto, sí," dijo, tratando de calmar el temblor en su voz. Pasó una mano por su cabello, con un gesto de frustración. "No le voy a dar peso a lo que dijo el imbécil de Josep." Sus palabras, aunque buscaban minimizar el impacto de la conversación, no lograban ocultar la rabia que aún bullía en su interior. La mención de Josep parecía haber tocado una fibra sensible, y aunque intentaba restarle importancia, la tensión en el ambiente seguía siendo palpable. Su negativa a hablar del tema solo alimentaba mi propia incertidumbre y preocupación.
Su rostro aún conservaba rastros de tensión, pero su mirada era ahora vulnerable, buscando desesperadamente una certeza en la mía. "Por favor, Josephine," dijo con la voz apenas un susurro cargado de una profunda angustia, "prométeme... júrame que pase lo que pase, siempre estaremos juntos. Y si la vida nos separa... encontraremos la manera de regresar siempre el uno al otro." Sus palabras, pronunciadas con tanta intensidad, resonaron en el silencio de la cocina, cargadas de un miedo que nunca antes le había visto expresar. La urgencia de su petición me conmovió profundamente, revelando una vulnerabilidad que me hizo querer abrazarlo y asegurarle que nada ni nadie nos separaría.
Lo abracé con fuerza, aferrándome a su cuerpo tenso como si temiera que se desvaneciera. "Te lo juro, amor," dije con la voz entrecortada por la emoción. "Te lo juro por lo más sagrado, Louie. Pase lo que pase, siempre encontraremos el camino de vuelta el uno al otro. Nada ni nadie podrá separarnos para siempre." Sentí sus brazos rodear mi cintura con la misma intensidad, como si necesitara aferrarse a mí para anclarse a la realidad.
Cuando nos separamos un poco, sus ojos aún brillaban con una mezcla de alivio y una sombra persistente de preocupación. "Necesito escucharlo de ti," murmuró, su frente rozando la mía. "Necesito saber que sientes lo mismo, que lucharás por nosotros como yo lo haré."
"Siempre, Louie," respondí sin dudar, mis manos acariciando sus mejillas. "Siempre lucharé por nosotros. Tú eres mi vida, mi todo. No hay futuro para mí sin ti." Mis palabras eran sinceras, nacidas de lo más profundo de mi corazón. La idea de perderlo, de que algo o alguien pudiera interponerse entre nosotros, era insoportable.
Brianna nos observaba en silencio, con los ojos llenos de una mezcla de tristeza y comprensión. Se acercó y nos abrazó a ambos, formando un pequeño círculo de consuelo y apoyo en medio de la tensión. "Estamos juntos en esto," dijo con firmeza. "Los tres. No importa lo que venga." Su presencia, su lealtad inquebrantable, era un faro de esperanza en este momento de incertidumbre.
Brianna se separó un poco de nuestro abrazo, su mirada ahora fija en Louie, con una seriedad que reflejaba su preocupación. "¿Qué te dijo Josep, Louie?", preguntó con suavidad pero con firmeza. "Algo te afectó mucho. Necesitas contarnos." Su voz transmitía un apoyo incondicional, pero también una necesidad de entender qué amenaza se cernía sobre nosotros. Sabía que el silencio de Louie solo alimentaría nuestra ansiedad.
"Ya dije que no quiero hablar de esto, Brianna," repitió Louie, su voz aún áspera y cargada de una frustración palpable. Intentó apartar la mirada de la insistente de Brianna, pero ella lo miró con una firmeza inquebrantable, sus ojos centelleando con una determinación silenciosa. "Louie," siseó ella, su nombre pronunciado en un tono de advertencia que lo hizo detenerse.
En lugar de responder a Brianna, Louie me abrazó con fuerza, aferrándose a mi cuerpo como si tuviera miedo de perderme en ese mismo instante. Su agarre era casi desesperado, buscando en mi cercanía un ancla contra las palabras hirientes de Josep. Me tenía fuertemente abrazada cuando finalmente habló, su voz ronca y quebrada por la rabia contenida y el miedo.
"Él dijo que tu futuro ya está decidido, Josephine . Y que en ese futuro no voy incluido yo. Que disfrute mientras pueda, porque el día que tus padres se enteren que estás conmigo..." Su voz se cortó, la amenaza implícita flotando pesadamente en el aire. La imagen de la reacción de mi familia, su furia y su determinación de separarnos, era una sombra constante en mi mente, y escucharla articulada por Louie, con la certeza que Josep parecía tener, me heló la sangre.
Brianna esperó pacientemente a que Louie se calmara un poco, aunque su abrazo protector hacia mí no disminuía. Finalmente, con una mirada penetrante dirigida a él, dijo con firmeza: "Estoy segura de que te dijo algo más, Louie. Esa reacción tuya fue muy fuerte. ¿Qué más te dijo Josep?" Su voz, aunque suave, no dejaba lugar a evasivas. Sabía que había algo más detrás de esa explosión de rabia y esa súplica desesperada.
Louie negó con la cabeza lentamente, aún aferrado a mí. Su voz era un hilo apenas audible, cargado de un cansancio repentino. "No, Brianna... no me pidas seguir hablando, por favor." Suplicó, su voz quebrándose ligeramente al final. Era evidente que la conversación con Josep lo había dejado exhausto emocionalmente, y la idea de revivir esas palabras parecía insoportable para él en ese momento. La firmeza con la que se negaba indicaba que lo que Josep había dicho lo había afectado profundamente, dejando una herida abierta que no quería exponer.
"Amor..." dije con suavidad, mi voz apenas un susurro contra su pecho, tratando de envolverlo en la calidez de mi afecto.
Louie se aferró aún más a mí, su abrazo transmitiendo una necesidad profunda. Levantó mi rostro entre sus manos, sus ojos oscuros fijos en los míos con una intensidad que me robó el aliento. "Te amo con una intensidad que nadie más va a entender, Josephine. Te amo con la certeza de que quiero pasar una vida contigo. Te amo más de lo que jamás pensé que llegaría a amar a nadie. Y aunque seamos jóvenes, te puedo asegurar que es contigo con quien mi alma quiere estar el resto de mi vida. Te puedo asegurar, por la intensidad de mis sentimientos hacia ti, que esto no es un amor pasajero. Te puedo asegurar que estos sentimientos no son solo un romance adolescente." Cada palabra resonaba con una verdad palpable, un compromiso que trascendía nuestra juventud y se arraigaba en lo más profundo de su ser. Su declaración, tan apasionada y sincera, hizo que mis ojos se llenaran de lágrimas y mi corazón latiera con una fuerza abrumadora.
Mis manos se alzaron para acariciar sus mejillas, sintiendo la calidez de su piel bajo mis dedos. Sus palabras, tan cargadas de emoción y certeza, disiparon cualquier sombra de duda que pudiera haber intentado colarse en mi corazón. Su amor era un faro, una luz constante en medio de la incertidumbre que a veces nos rodeaba.
"Yo también te amo, Louie," susurré con la voz entrecortada por la emoción. "Te amo con cada fibra de mi ser. Eres mi refugio, mi alegría, mi todo. No importa lo que el futuro nos depare, mientras estemos juntos, podremos superar cualquier obstáculo." Mis propias palabras nacían de una verdad profunda, de un sentimiento que crecía con cada día que pasaba a su lado.
Brianna nos observaba con una sonrisa dulce y los ojos ligeramente humedecidos. Se acercó y nos abrazó a ambos, uniendo nuestro pequeño triángulo en un gesto de apoyo incondicional. "Eso es lo que importa," dijo con la voz suave. "El amor de ustedes dos es real y fuerte. No dejen que nadie les haga dudar de eso." Su presencia era un recordatorio constante de que no estábamos solos en esto, que teníamos una amiga leal dispuesta a luchar a nuestro lado.
Nos mantuvimos abrazados por un momento más, absorbiendo la fuerza y el consuelo que emanaba de nuestra unión. La amenaza que las palabras de Josep habían traído consigo aún pendía en el aire, pero en ese instante, rodeados de nuestro amor y amistad, nos sentíamos invencibles. Sabíamos que el camino por delante no sería fácil, pero estábamos listos para enfrentarlo juntos, con la certeza de que nuestro amor era un lazo irrompible.
Después de ese momento de conexión profunda, nos separamos lentamente, aunque nuestras manos permanecieron entrelazadas. La tensión en el ambiente no había desaparecido por completo, pero se había aligerado gracias a nuestras palabras y al apoyo de Brianna.
"¿Qué hacemos ahora?", pregunté en voz baja, mirando a Louie. La llamada de Josep había interrumpido nuestra mañana tranquila y ahora nos enfrentábamos a la realidad de su interferencia.
Louie apretó mi mano con firmeza. "Ahora terminamos de desayunar," dijo con una determinación renovada en su voz. "Tenemos una semana juntos en esta casa, y vamos a aprovecharla al máximo." Su cambio de actitud era evidente. Aunque las palabras de Josep lo habían afectado, no iba a permitir que el miedo o la rabia lo consumieran.
Brianna asintió con entusiasmo. "¡Exacto! Y después del desayuno, podemos hacer lo que queramos. ¿Piscina? ¿Películas? ¿Atacar la despensa con todos los dulces que encontremos?" Su energía contagiosa comenzaba a disipar la pesadez del momento.
Sonreí, sintiendo un poco de la alegría de la mañana regresar. "Me gusta la idea de atacar la despensa." Miré a Louie. "Y cualquier cosa que queramos hacer, la haremos juntos."
Louie me devolvió la sonrisa, sus ojos brillando con una mezcla de amor y determinación. "Siempre juntos." Se inclinó y me besó suavemente. "Ahora, vamos a comer antes de que esos panqueques se enfríen por completo."
Con una sensación renovada de unidad, volvimos a sentarnos a la mesa. Aunque la sombra de la amenaza de Josep aún se cernía sobre nosotros, decidimos, por ahora, enfocarnos en el presente, en el tiempo que teníamos juntos y en la fuerza de nuestro amor y amistad. La semana en la mansión, que había comenzado como un refugio de libertad, ahora también se sentía como un campo de batalla donde tendríamos que luchar por nuestro futuro. Pero estábamos listos para hacerlo, juntos.
"Pero primero..." dijo Louie con voz suave, su mirada fija en mis ojos con una intensidad que presagiaba lo que vendría. Se acercó lentamente y me besó. No fue un beso suave como los de hacía un momento. Este beso era posesivo, urgente, como si necesitara reclamarme al mundo, reafirmar que yo era suya y solo suya. Sus labios presionaron los míos con una intensidad que me desconcertó por un instante, pero pronto me entregué a la pasión que emanaba de él. Era como si cada segundo que pasábamos separados fuera una eternidad, y este beso era su manera de aferrarse a mí, de asegurarse de que aún estábamos conectados, a pesar de las palabras amenazantes de Josep. Sus brazos me rodearon con fuerza, atrayéndome hacia él hasta que no quedó espacio entre nuestros cuerpos. En ese momento, el miedo y la incertidumbre se desvanecieron, dejando solo la certeza de nuestro amor y la necesidad mutua de estar juntos.
La intensidad del beso de Louie no disminuía. Sus labios se aferraban a los míos con una urgencia palpable, como si cada segundo que pasábamos unidos fuera un desafío al destino. Sus brazos me rodeaban con fuerza, impidiéndome alejarme, y yo me aferraba a él con la misma necesidad, buscando refugio en su cercanía.
En medio de este apasionado abrazo, la voz de Brianna rompió el silencio con uno de sus típicos comentarios. "Bueno, bueno," dijo con un tono divertido y un ligero carraspeo, "¿alguien más siente que el desayuno se está enfriando peligrosamente mientras aquí se libra una batalla de lenguas?"
Louie y yo nos separamos lentamente, ambos con las mejillas ligeramente sonrojadas y la respiración agitada. Él aún mantenía sus manos en mi cintura, como si temiera que fuera a desaparecer.
Brianna continuó con una sonrisa pícara. "Entiendo la urgencia, tórtolos, pero si no comemos pronto, esos panqueques van a parecer ladrillos. Y créanme, ni siquiera el amor más apasionado puede arreglar un panqueque frío." Nos guiñó un ojo antes de añadir con un tono más suave: "Además, necesitamos energías para planear cómo vamos a lidiar con el príncipe encantador celoso." Su intento de aligerar el ambiente, aunque teñido de humor, no dejaba de lado la seriedad de la situación.
Louie soltó una pequeña risa, aunque sus ojos aún conservaban un brillo de preocupación. "Tienes razón, Bri. No queremos desperdiciar este festín." Me dio un último beso corto antes de finalmente soltarme y tomar asiento.
Yo también sonreí, agradecida por su intento de aligerar el ambiente. "Sí, comamos. Y luego... luego pensaremos en cómo vamos a lidiar con Josep." La idea de enfrentarlo, o peor aún, de enfrentar a mi familia por su culpa, me producía una punzada de ansiedad, pero la determinación en los ojos de Louie me daba fuerzas.
Brianna ya estaba atacando los panqueques con entusiasmo. "Lo primero es llenarnos la barriga. Con el estómago vacío, las ideas no fluyen igual." Tomó un gran bocado y luego nos miró con una sonrisa traviesa. "¿Alguna idea preliminar? ¿Debemos contratar un guardaespaldas para Jo? ¿O tal vez un equipo de hackers para borrar el número de teléfono de Josep?"
La sugerencia, aunque exagerada, nos hizo sonreír. "Creo que aún no llegamos a los hackers, Bri," dije con una risita. "Pero agradezco la oferta."
El desayuno transcurrió con una mezcla de comentarios ligeros y miradas significativas. Sabíamos que la conversación con Josep había abierto una brecha en nuestra burbuja de felicidad, pero también había reforzado nuestro vínculo. Estábamos listos para enfrentar lo que viniera, apoyándonos el uno al otro en cada paso del camino. La semana en la mansión, aunque amenazada por la sombra de la interferencia externa, seguía siendo nuestra oportunidad de estar juntos, de amarnos libremente y de planear nuestro futuro, un futuro en el que Josep y las expectativas de mi familia no tenían cabida.