La burbuja agridulce de nuestra inesperada semana de libertad en la mansión comenzó a desinflarse con una punzada de anticipación dolorosa. La noticia de que Brianna y Louie debían partir un día antes del regreso de mi familia pendía sobre nosotros como una sombra. Intentamos exprimir cada segundo restante, pero la conciencia de la inminente separación teñía cada risa y cada abrazo con un matiz de tristeza.
La mañana de su partida amaneció con una quietud opresiva. El silencio en mi habitación, donde habíamos compartido confidencias y sueños, era ahora pesado con palabras no dichas y emociones contenidas. Mientras Brianna y Louie terminaban de guardar sus pocas pertenencias, yo observaba con un nudo en la garganta, sintiendo cómo una parte de mi mundo se preparaba para marcharse.
Louie se acercó a mí y me abrazó con una fuerza que transmitía su angustia. Se aferró a mi cuerpo como si temiera que, al soltarme, yo pudiera desvanecerme. "No me quiero ir, Josephine," susurró contra mi cabello, su voz quebrándose ligeramente. "Tengo miedo de que si me alejo de ti... no te vuelva a ver." Su confesión, tan cruda y llena de temor, hizo que mis propios ojos se llenaran de lágrimas. Sabía que su miedo reflejaba el mío, la constante amenaza de mi familia separándonos pendiendo sobre nuestras cabezas.
Brianna, con los ojos brillantes y la voz temblorosa, intentó aligerar el momento. "Tonterías, grandulón," dijo, tratando de sonar firme mientras le daba un golpecito en la espalda a Louie. "Mañana es lunes," añadió Brianna, tratando de inyectar un poco de normalidad en la despedida, aunque su voz aún temblaba ligeramente. "Mañana tendremos clases. ¿Nos veremos en la secundaria, sí?" Su pregunta era una súplica silenciosa, una forma de aferrarse a la rutina y a la promesa de un reencuentro cercano, aunque fuera en el entorno restrictivo de la escuela.
El sonido del claxon del coche que los esperaba resonó en la entrada, un recordatorio ineludible de que el tiempo se agotaba. Abrazamos a Brianna con fuerza, prometiendo mantenernos en contacto y planear nuestro próximo encuentro. Luego, me aferré a Louie, sintiendo el latido acelerado de su corazón contra el mío.
"Te amo," susurré, mis lágrimas humedeciendo su camiseta. "Por favor, ten cuidado."
Él me besó con una intensidad desesperada, un beso que sabía a despedida y a promesa de un reencuentro. "Siempre te encontraré, Josephine. Siempre."
Verlos alejarse en el coche fue como si una parte de la luz de la mansión se apagara. Me quedé en la puerta, sintiendo el vacío de su ausencia y la creciente sensación de vulnerabilidad ante el inminente regreso de mi familia. La semana de libertad había terminado, dejándonos con recuerdos preciosos y un miedo palpable por el futuro. La lucha por nuestro amor, sabía, se intensificaría con su partida.
El día se arrastró lentamente, cada hora marcada por el eco de la ausencia. La inmensidad de la mansión, antes un refugio compartido, ahora se sentía opresiva, amplificando mi soledad. La noche cayó como un manto pesado, y sin darme cuenta, el cansancio emocional me arrastró a un sueño intranquilo.
Al día siguiente, el despertar fue abrupto, la conciencia de la soledad golpeándome con fuerza. El espacio vacío a mi izquierda, donde Louie solía acurrucarse, y el hueco a mi derecha, donde Brianna siempre dormía, dejando un reconfortante calor a mi alrededor, eran recordatorios silenciosos de mi realidad. Me levanté de un salto, impaciente por escapar de la quietud de la habitación. Me aseé y me vestí rápidamente con el uniforme de la secundaria, la familiar tela áspera una pequeña ancla en este mar de emociones. La idea de ver a Brianna y Louie en la escuela, aunque fuera en medio de las reglas y las miradas, era un faro de esperanza que me impulsaba a enfrentar el día.
Bajé las escaleras, el silencio de mi habitación contrastando fuertemente con el bullicio que ya llenaba la mansión. Al entrar al comedor, la escena familiar de mis padres, mi hermana y mi cuñado desayunando juntos me recibió. Una punzada de sorpresa me atravesó al ver a mi hermana allí, que raro que no se ha regresado a Francia pensé, sintiendo cómo la tranquilidad de los últimos días se desvanecía rápidamente, reemplazada por la familiar tensión de la presencia de mi familia.
"Buenos días," saludé con una cortesía distante, la formalidad de mis palabras reflejando la frialdad habitual de nuestra relación. Tomé asiento en la cabecera opuesta de la mesa, sintiendo sus miradas apenas posarse sobre mí antes de volver a sus propios asuntos.
Mi madre hojeaba una revista de moda mientras sorbía su café, sin siquiera levantar la vista para responderme. Mi padre seguía absorto en su periódico, un murmullo ininteligible escapando de sus labios.
El silencio en el comedor era pesado, cargado de una indiferencia tácita a la que ya estaba acostumbrada. Nadie preguntó cómo había dormido o cómo había pasado los días en la mansión. Mi presencia parecía ser una formalidad más en la rutina matutina, una figura silenciosa en el paisaje familiar. Tomé una tostada y comencé a comer en silencio, agradecida de que al menos no hubiera preguntas incómodas por el momento. La urgencia de ir a la escuela y reunirme con Brianna y Louie se intensificó ante esta atmósfera helada. Ellos eran mi verdadero refugio, el contraste palpable con la frialdad de mi propio hogar.
Una idea repentina floreció en mi mente, una excusa para romper el silencio incómodo y, quizás, desviar la atención de cualquier posible pregunta sobre mi semana en la mansión. "Padre," dije con suavidad, mi voz apenas elevándose por encima del crujido del periódico, "quería hablar con usted sobre mis clases extracurriculares." La mención de mis estudios siempre lograba captar su atención, aunque fuera brevemente.
"¿Qué pasa, Josephine?", respondió mi padre con seriedad, dejando a un lado su periódico y fijando su mirada en mí. Lo observé con cautela, sopesando mis palabras antes de pronunciarlas.
"He estado pensando," comencé con suavidad, "que ya he alcanzado un nivel muy alto en varias de mis clases extracurriculares. En las clases de música y canto, por ejemplo, o en las de cocina. Igual que en confección y en buenos modales."
Mi padre asintió lentamente, su expresión inescrutable. "Exactamente. Era lo que queríamos, que alcanzaras la perfección en todo."
Solté un suspiro apenas perceptible antes de continuar con mi elaborada excusa. "Y así como en esas clases, también siento que he progresado mucho en otras. Entonces, quería preguntar... ¿qué tal si ya dejo de asistir a algunas de ellas?", pregunté con voz suave, tratando de sonar razonable. "Así podría utilizar ese tiempo para concentrarme en mejorar aún más mis calificaciones en la secundaria, dedicándome a los trabajos y estudiando para mantener el promedio más alto." La última parte, lo sabía, era lo que realmente resonaría con él. La excelencia académica siempre había sido primordial en sus ojos.
Mi padre meditó mis palabras por un momento, su mirada fija en un punto indeterminado de la mesa. Finalmente, suspiró levemente antes de responder. "Es una propuesta interesante, Josephine." Su tono era cauteloso, como si estuviera sopesando los pros y los contras. "Por un lado, siempre hemos priorizado la excelencia en todas tus áreas de formación. Pero es cierto que tus calificaciones en la secundaria son fundamentales para tu futuro."
Mi madre, que hasta ahora había permanecido en silencio hojeando su revista, finalmente levantó la vista. "¿Estás segura de esto, Josephine? Estas clases extracurriculares son importantes para tu desarrollo integral." Su tono era ligeramente más dubitativo que el de mi padre.
"Sí, madre," respondí con firmeza, tratando de transmitir convicción. "Creo que ahora necesito enfocar mis energías en mis estudios principales. Ya he adquirido una base sólida en las otras áreas, y siempre podré retomarlas en el futuro si lo deseo."
Mi padre volvió a tomar la palabra. "Tendremos que analizar tu desempeño actual en esas clases y tus calificaciones en la secundaria. Si tus argumentos son sólidos y tus notas lo respaldan, podríamos considerarlo. Pero no quiero que esto sea una excusa para la pereza." Su mirada era seria, dejando claro que esperaba un compromiso total con mis estudios si accedía a mi petición.
"Entiendo perfectamente, padre," aseguré, sintiendo una punzada de esperanza. Esta podría ser mi oportunidad de tener más tiempo libre, tiempo que podría dedicar a ver a Brianna y Louie sin levantar sospechas. "Estaré encantada de mostrarles mis calificaciones y mi progreso en las clases extracurriculares."
La conversación quedó en suspenso, la promesa de una revisión futura colgando en el aire. Terminé mi desayuno en silencio, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. Había plantado la semilla, ahora solo quedaba esperar a ver si germinaba. La idea de tener más tiempo para Louie era un aliciente poderoso, una luz al final del túnel de la opresiva atmósfera familiar.
"Cuando llegues de la secundaria en la tarde, te tendré una respuesta," dijo mi padre con una seriedad que no dejaba lugar a réplicas. "Voy a llamar a tus tutores. Si ellos me confirman que ya has alcanzado la perfección en sus áreas, y tus calificaciones de la secundaria respaldan tu compromiso, entonces dejarás de asistir a esas clases para que tengas más tiempo para concentrarte en tus estudios principales. Ahora ve, que se te hace tarde." Su tono era definitivo, marcando el final de la conversación.
Asentí en silencio, levantándome de la mesa con una mezcla de esperanza y nerviosismo. La idea de tener más tiempo libre era tentadora, pero dependía completamente de la evaluación de mis tutores y de mis calificaciones. Salí del comedor rápidamente, ansiosa por escapar de la atmósfera tensa y dirigirme a la escuela, donde sabía que encontraría el apoyo y la comprensión de Brianna y Louie. La promesa de verlos era el único rayo de sol en esta mañana gris.
Por primera vez, sentía que mi sugerencia de abandonar las clases extracurriculares no había caído en saco roto. La promesa de una evaluación por parte de mi padre era un pequeño avance, una grieta en la pared de sus expectativas inamovibles. Quizás, solo quizás, podría tener más tiempo libre, tiempo para respirar y, lo más importante, tiempo para Louie. Una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios al vislumbrar la familiar fachada de la secundaria, un lugar donde, a pesar de las normas, podía ser yo misma y encontrarme con mis verdaderos amigos. La idea de ver a Brianna y Louie era un bálsamo para la opresión que sentía en casa.
Me bajé del coche y comencé a caminar por inercia hacia el salón donde Brianna y yo compartíamos la mayoría de nuestras clases. La mañana en casa me había dejado con una sensación de pesadez, pero una agradable sorpresa me esperaba justo antes de llegar al aula. Allí estaba Louie, apoyado contra la pared junto a Brianna. Una sonrisa aún más grande iluminó mi rostro al verlo.
Me acerqué a ellos con un saludo casual, tratando de mantener las apariencias frente a posibles conocidos. "¡Hola, chicos!" dije con un tono ligeramente más animado de lo que sentía realmente.
Brianna me abrazó efusivamente. "¡Jo! ¡Qué bueno verte! ¿Cómo te fue anoche? ¿Todo tranquilo en la mansión?" Su abrazo y su pregunta eran un reconfortante recordatorio de que no estaba sola.
Dirigí una mirada fugaz a Louie, tratando de transmitirle todo lo que sentía sin palabras. Él me devolvió una sonrisa suave, sus ojos llenos de un cariño que nadie más entendería. "Hola, Josephine," dijo simplemente, su voz baja y ligeramente ronca, haciéndome recordar nuestro apasionado adiós de la mañana anterior.
"Hola, Bri," respondí a mi amiga antes de volver mi atención a Louie, tratando de sonar casual. "Todo tranquilo, dentro de lo que cabe." Sabía que ambos entenderían el subtexto de mis palabras. La "tranquilidad" en la mansión siempre venía con un precio.
Brianna dio un pequeño salto de alegría, sus ojos brillando con entusiasmo. "¡Adivina quién se cambió a nuestro salón!" exclamó, casi cantando las palabras.
"¿Cómo así?", pregunté, mi sonrisa ensanchándose ante su evidente emoción. Miré a Louie, buscando una explicación.
Él se encogió de hombros con una sonrisa traviesa. "Lo que pasa es que Samantha quería cambiarse al salón donde yo estaba, porque allí está su primo. Y pues... yo aproveché la oportunidad. Hablé con la directora y le expliqué la situación, pidiéndole si podía hacer algunos cambios." Su tono era casual, pero la picardía en sus ojos revelaba que había habido más en la conversación de lo que estaba dejando entrever.
Brianna intervino, incapaz de contener su emoción. "¡Y la directora aceptó! Dijo que como los cupos lo permitían y no afectaba la distribución de los grupos, no había problema. ¡Así que ahora Louie está oficialmente en nuestro salón!" Su alegría era contagiosa, y la idea de tener a Louie con nosotras en clase, aunque fuera bajo la atenta mirada de los profesores, era un pequeño triunfo en medio de la incertidumbre.
Miré a Louie con una sorpresa genuina y una felicidad creciente. "¡¿En serio?! ¿Cómo hiciste eso?" La idea de pasar más tiempo juntos, incluso en un entorno tan formal como la escuela, era un alivio inesperado.
Louie me guiñó un ojo. "Digamos que fui muy... persuasivo. Le expliqué que era importante para mi rendimiento académico estar cerca de mis... compañeras de estudio." Su énfasis en la última frase hizo que Brianna soltara una carcajada.
"¡Compañeras de estudio muy especiales!", añadió Brianna con una sonrisa cómplice.
La campana sonó, anunciando el inicio de la primera clase. Nos encaminamos juntos hacia el aula, la noticia del cambio de salón de Louie creando una burbuja de alegría entre nosotros.
Al entrar al salón, la distribución de los asientos se dio de forma casi natural. Brianna tomó asiento en la primera fila, su habitual energía inquieta buscando la cercanía del pizarrón. Yo me senté justo detrás de ella, permitiéndome una visión completa del aula, pero sintiendo ya la presencia de Louie a mi espalda. Él ocupó el asiento directamente detrás del mío, y casi de inmediato comencé a percibir su mirada fija en mi nuca. Era una sensación constante, una suave presión invisible que me mantenía consciente de su cercanía.
A medida que la clase avanzaba y el profesor se giraba para escribir en la pizarra o interactuar con otros estudiantes, una caricia sutil interrumpía la monotonía. Unos dedos traviesos se extendían desde atrás para rozar la piel sensible de mi cuello, un contacto fugaz pero electrizante. Otras veces, era la punta fría de su lápiz la que trazaba líneas invisibles en mi piel, enviando escalofríos que recorrían mi cuerpo entero, haciéndome estremecer con una mezcla de sorpresa y un placer prohibido. Intentaba mantener la compostura, concentrándome en la lección, pero la constante conciencia de su presencia y sus discretos toques convertían cada minuto en una tortura dulce y excitante. Sabía que era su manera de recordarme que estaba cerca, que a pesar de las formalidades del aula, nuestro vínculo seguía intacto, un secreto compartido en medio de la multitud.
La campana que anunciaba el cambio de hora sonó, pero nuestro profesor de la siguiente clase no llegó. Un murmullo de confusión recorrió el aula antes de que la delegada confirmara que la hora quedaba libre. En cuestión de segundos, nuestros compañeros se levantaron de sus pupitres, cada uno dispersándose en diferentes direcciones, ansiosos por aprovechar el tiempo libre. Brianna, Louie y yo nos miramos, un entendimiento tácito brillando en nuestros ojos. La puerta del salón permaneció cerrada, sellando nuestro pequeño santuario improvisado del bullicio del resto de la escuela. Sabíamos que nadie regresaría pronto.
Louie se puso de pie de un salto, su energía contenida liberándose al fin. "Al fin..." susurró con una sonrisa traviesa antes de acortar la distancia entre nosotros. Me envolvió en sus brazos con fuerza, atrayéndome hacia él, y me plantó un beso que me robó el aliento. Era un beso cargado de la frustración de las horas de contención, de la necesidad de sentirnos cerca sin las restricciones del aula. Sus labios se movían con una intensidad que me hizo olvidar por completo dónde estábamos. A nuestro lado, Brianna soltó un audible "Awww", enternecida por la escena.
"Chicos," dije, mi voz ligeramente más seria, aunque la emoción de nuestro reciente beso aún revoloteaba en mi interior, "tengo que decirles algo. No es seguro, pero existe la posibilidad de que mi padre me deje algunas tardes libres. Estuve hablando con él sobre mis clases extracurriculares y la carga de trabajo de la secundaria." Hice una pausa, observando sus reacciones.
"¿Y?", preguntó Brianna con los ojos brillantes de curiosidad. Louie me miraba atentamente, su brazo aún rodeándome protectoramente.
"Y... mencionó que si mis calificaciones son buenas y mis tutores confirman que ya tengo un nivel avanzado en las otras áreas, podría considerar reducir algunas de mis actividades extracurriculares para que me concentre más en la escuela," expliqué, tratando de no sonar demasiado esperanzada. "Si eso sucede, podríamos usar esas tardes para pasar tiempo juntos en casa de Brianna, con la excusa de hacer algún trabajo o proyecto de las clases." La idea de tener tiempo libre para estar con ellos, sin la constante vigilancia de mi familia, era un rayo de esperanza tentador.
Brianna soltó un grito ahogado de emoción. "¡¿En serio?! ¡Eso sería increíble, Jo! Podríamos ver películas, escuchar música, ¡lo que sea!" Su entusiasmo era contagioso, y la simple idea de tener más tiempo juntas la llenaba de alegría.
Louie apretó suavemente mi hombro. "¿Crees que tu padre realmente lo considere?" Su tono era más cauto, consciente de la rigidez de las normas en mi casa.
"No lo sé," admití con un suspiro. "Dijo que llamaría a mis tutores y revisaría mis calificaciones. Me dará una respuesta esta tarde cuando regrese de la escuela. Pero al menos... al menos no descartó la idea por completo." Ese pequeño resquicio de esperanza era suficiente para mantenerme optimista.
"Incluso si solo son algunas tardes, sería genial," añadió Brianna, ya haciendo planes en su mente. "Podríamos preparar nuestros propios snacks."
Louie sonrió, contagiado por el entusiasmo de Brianna. "Y yo podría ayudarte con esa 'tarea' de matemáticas que siempre se te dificulta, Josephine." Su guiño y su tono juguetón hicieron que mi corazón diera un vuelco. La perspectiva de tener más tiempo a solas con él, incluso bajo la fachada de estudiar, era emocionante.
"Sí," dije con una sonrisa, sintiendo una oleada de esperanza. "Podríamos hacer muchas cosas. Pero primero... primero tengo que pasar la evaluación de mi padre." La incertidumbre aún persistía, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que una pequeña puerta se abría hacia una mayor libertad y más tiempo para estar con las personas que realmente importaban.
Louie sonrió con picardía y, sin previo aviso, me tomó suavemente de la mano y me jaló hacia él, sentándome de lado en sus piernas. Su agarre era firme pero tierno, y su cercanía hizo que mi corazón diera un vuelco. Brianna nos observó con una sonrisa cómplice, acostumbrada ya a nuestras muestras de afecto discretas pero constantes.
"Así estás más cómoda para planear esas 'sesiones de estudio'," susurró Louie en mi oído, su aliento cálido erizando mi piel. Su cercanía era embriagadora, y por un momento olvidé por completo que estábamos en un aula vacía de la secundaria, con la posibilidad de que alguien entrara en cualquier momento.
"Louie..." murmuré, sintiendo mis mejillas sonrojarse ligeramente ante su atrevimiento. Aunque me encantaba su cercanía, siempre existía la preocupación de ser descubiertos.
Él simplemente apretó mi mano y me dedicó una mirada llena de cariño y complicidad. "Relájate, Josephine. Estamos solos por ahora. Y solo estoy asegurándome de que estés atenta a nuestros planes futuros." Su tono juguetón no lograba ocultar la intensidad de sus sentimientos, y el simple hecho de tenerlo tan cerca me hacía sentir invencible, capaz de enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en nuestro camino.
"¿Te dije que te ves hermosa hoy?" dijo Louie, su mirada recorriendo mi rostro con una intensidad que me hizo sonrojar aún más. Sus ojos brillaban con una admiración sincera, haciéndome sentir especial y deseada.
"No, no lo habías dicho," respondí con una sonrisa tímida, sintiendo un calor agradable extenderse por mi pecho. Sus cumplidos, aunque sencillos, siempre lograban desarmarme.
"Bueno, pues lo digo ahora," continuó, acariciando suavemente mi mejilla con el dorso de su mano. "Estás... radiante, Josephine. Como siempre, pero hoy especialmente." Su voz era un susurro suave, lleno de un cariño que solo yo podía entender.
Brianna, que nos observaba con una sonrisa enternecida, añadió con un tono divertido: "Sí, Jo, estás brillando. Debe ser la emoción de tener a Louie oficialmente en nuestro salón." Nos guiñó un ojo, haciendo que ambos soltáramos una pequeña risa.
"Puede ser," dije, devolviéndole la sonrisa a Brianna antes de volver mi mirada hacia Louie. "O tal vez sea porque estoy sentada en las piernas de mi novio en medio de un salón de clases vacío."
Louie apretó mi cintura con suavidad. "Esa también podría ser una razón." Se inclinó y me besó tiernamente en los labios, un beso dulce y rápido pero cargado de un afecto profundo. "Pero la principal razón es que siempre te ves hermosa, Josephine." Su mirada era sincera, y en ese momento, rodeada de su amor y la amistad de Brianna, sentí que todo era posible.
"Bueno, tortolitos," interrumpió Brianna con una sonrisa pícara, mirando el reloj de su teléfono. "Por mucho que disfrute de este espectáculo de amor adolescente en horario de clases, creo que deberíamos aprovechar estos últimos minutos de libertad antes de que algún profesor despistado decida aparecer."
Louie suspiró dramáticamente antes de ayudarme a levantarme de sus piernas. "Tiene razón. La libertad es fugaz, especialmente en este lugar." Me tomó de la mano, entrelazando nuestros dedos. "¿Entonces, planes para esta tarde, aparte de la temida audiencia con tus padres?"
"Supongo que dependerá de lo que decidan," respondí con un dejo de incertidumbre. "Pero si consigo algo de tiempo libre, lo primero que haré será llamarlos. Necesito contarles."
"Y estaremos aquí, esperando ansiosamente tu llamada," aseguró Brianna, dándome un abrazo rápido. "Pase lo que pase, Jo, recuerda lo que hablamos."
Asentí, sintiendo su apoyo incondicional. Miré a Louie, cuyo agarre en mi mano se apretó ligeramente. "Los llamaré en cuanto tenga noticias, buenas o malas." Le di un pequeño apretón a su mano, tratando de transmitirle mi amor y mi determinación sin palabras.