capitulo 4

El viernes llegó cargado de una tensión palpable. Yuta, con el estómago revuelto por los nervios, se dirigía al evento en un taxi. La ciudad desfilaba a través de la ventana, un borrón de luces y edificios que apenas registraba. Su mente era un torbellino de pensamientos, un escenario donde se representaban una y otra vez las posibles preguntas, las miradas inquisitivas, la inminente exposición de su secreto. Tragó saliva, intentando controlar el temblor de sus manos.

Al llegar, la magnitud del evento lo golpeó como una ola. Una multitud se agolpaba a la entrada, un mar de rostros expectantes, cámaras destellando, periodistas buscando la mejor toma. Yuta nunca había imaginado una escena así. Sabía que los eventos de "Pluma de Fuego" eran importantes, pero la realidad superaba con creces sus expectativas. La presión se intensificó, un nudo en la garganta que le dificultaba la respiración.

Tras mostrar el pase virtual en su teléfono, un miembro del staff lo guió a través del laberinto de pasillos hasta una sala reservada para los autores del top 10. Al entrar, Yuta reconoció a algunos de los escritores más reconocidos de la plataforma, figuras que había admirado desde la distancia, ahora convertidas en sus compañeros, en sus iguales. La ironía de la situación no se le escapaba. Él, un impostor, compartiendo espacio con auténticos creadores. Sabía que un paso en falso, una palabra de más, podría desenmascararlo y desatar la furia de la comunidad literaria. El internet, como un juez implacable, no perdonaba los fraudes.

Buscando refugio en el anonimato, Yuta se sentó en una esquina de la sala y se colocó los auriculares, creando una barrera sonora entre él y el mundo exterior. Pretendía pasar desapercibido, convertirse en una sombra entre gigantes. Pero el destino, o quizás la casualidad, tenía otros planes.

Justo a su lado, con una elegancia casi sobrenatural, se sentó Scáthach. Su presencia, cargada de una energía enigmática, era imposible de ignorar. Yuta la reconoció al instante. La había visto en fotos, en entrevistas, en las listas de los autores más influyentes de "Pluma de Fuego". Sabía que era una veterana en el mundo literario, una figura respetada y temida a partes iguales. Su presencia a su lado lo llenó de una incomodidad que rozaba el pánico. Ella, con su experiencia y su agudo ojo crítico, sería capaz de detectar la mentira en un instante.

De repente, sintió una mano tocarle el hombro. Se quitó los auriculares con un sobresalto y se giró para encontrarse con la mirada penetrante de Scáthach. Con un gesto suave, ella le indicó que quería hablar con él. Yuta tragó saliva, sintiendo que el suelo se abría bajo sus pies. La hora de la verdad había llegado.

Scáthach, con un gesto elegante y decidido, condujo a Yuta fuera de la sala principal, abriéndose paso entre la multitud con una seguridad que intimidaba aún más al joven escritor. Su objetivo era claro: encontrar un lugar donde pudieran conversar sin interrupciones, un espacio donde las palabras pudieran fluir libremente, sin el ruido y la presión del evento. Yuta, atrapado en la corriente de su determinación, la seguía en silencio, sintiendo que cada paso lo acercaba a un destino incierto y posiblemente peligroso.

Finalmente, llegaron a una pequeña habitación apartada, un oasis de tranquilidad en medio del bullicio del evento. La puerta se cerró tras ellos, aislándolos del mundo exterior, creando una atmósfera íntima y cargada de tensión. La habitación, decorada con sencillez, contenía poco más que una mesa rectangular y dos sillas. Scáthach, con la misma elegancia que la caracterizaba, señaló una de las sillas a Yuta, invitándolo a sentarse.

Él obedeció, sintiendo que sus piernas temblaban ligeramente. Scáthach tomó la otra silla y la colocó frente a la mesa, quedando cara a cara con Yuta. La distancia entre ellos era mínima, lo suficiente para que Yuta pudiera sentir la intensidad de su mirada, la fuerza de su presencia. El silencio se cernió sobre la habitación, un silencio expectante, cargado de preguntas no formuladas. Yuta sabía que el interrogatorio estaba a punto de comenzar, que la máscara que había construido con tanto cuidado estaba a punto de ser puesta a prueba. La mirada violeta de Scáthach lo atravesaba, como si pudiera leer sus pensamientos, desnudar sus secretos más profundos. Tragó saliva, preparándose para lo que estaba por venir.

El silencio en la pequeña habitación se hizo aún más denso, cargado con la tensión palpable que emanaba de Scáthach. Sus ojos violeta, fijos en Yuta, brillaban con una intensidad inquisitiva. Con una voz suave, pero firme, que contrastaba con la atmósfera opresiva, comenzó su interrogatorio.

"Así que tú eres el prodigio del que todos hablan," dijo, una ligera sonrisa curvando sus labios, una sonrisa que a Yuta le pareció más amenazante que cualquier gesto de enojo. "Leí tu libro, por supuesto. Una historia fascinante, sin duda. Pero..." Hizo una pausa, dejando que la palabra flotara en el aire, cargándola de un significado implícito. "Me quedé con una duda. ¿Cómo es posible que un novato, alguien que recién comienza en este mundo, ascienda a la cima del top 10 en una sola noche?"

La pregunta, formulada con una aparente calma, golpeó a Yuta como un mazazo. Sintió que el sudor frío le perlaba la frente. Intentó articular una respuesta, balbuceó algunas palabras incoherentes sobre inspiración y suerte, pero las palabras se le atragantaban en la garganta. Scáthach lo observaba en silencio, su mirada penetrante diseccionando cada gesto, cada microexpresión en su rostro.

"Dime, Yuta," continuó Scáthach, su voz ahora más fría, más afilada, "utilizaste alguna herramienta, algún programa, para escribir tu libro?" La pregunta, directa y sin rodeos, dejó a Yuta sin escapatoria. Sintió que las paredes de la habitación se cerraban sobre él, asfixiándolo. Sabía que negarlo sería inútil. Scáthach, con su experiencia, reconocería la mentira al instante.

"Un novato, sin experiencia alguna, no puede crear una historia tan compleja y pulida de la noche a la mañana," afirmó Scáthach, su voz cargada de una convicción inquebrantable. "Eso es algo que se aprende con años de práctica, con sudor y lágrimas, con el constante perfeccionamiento del oficio. Y así fue como me surgió la duda. La *necesidad* de preguntar. Entonces, Yuta," concluyó, su mirada fija en los ojos del joven escritor, "¿tienes algo que decir?"

Justo cuando Yuta se preparaba para responder, para enfrentarse a la verdad que Scáthach parecía conocer, la puerta de la habitación se abrió de golpe. Un miembro del staff, con el rostro bañado en sudor y una expresión de apremio, irrumpió en la pequeña sala.

"Disculpen la interrupción," dijo con voz entrecortada, "pero el evento está a punto de comenzar. Necesitamos que se dirijan a la sala principal en tres minutos. Las preguntas y respuestas con los fans comenzarán en breve."

Yuta sintió una oleada de alivio recorrer su cuerpo. Se había salvado, al menos por el momento, de la confrontación directa con Scáthach. La pregunta, sin embargo, seguía suspendida en el aire, una amenaza latente que lo perseguía.

El miembro del staff se retiró apresuradamente, dejando a Yuta y Scáthach solos de nuevo. Yuta se levantó de la silla, dispuesto a seguir las indicaciones del staff, a sumergirse en el caos del evento y postergar, una vez más, la inevitable confrontación. Pero antes de que pudiera dar un paso, sintió una mano firme sujetando su brazo. Era Scáthach. Su rostro, a escasos centímetros del suyo, irradiaba una intensidad que lo paralizó.

"No creas que te has librado de mí tan fácilmente," susurró, su voz baja y amenazante, como un presagio oscuro. "Sé que ocultas algo, Yuta. Sé que tu éxito es una farsa. Y me aseguraré de que todo el mundo lo sepa."

Su agarre se apretó, clavándose en su piel como garras. "El internet no perdona, Yuta. Jamás serás como nosotros, los verdaderos escritores. No tienes idea de cómo funciona este mundo. Y no te permitiré que te hagas famoso a costa de una mentira, que te coronen como un artista cuando en realidad no eres más que un impostor."

Sus palabras, cargadas de veneno, golpearon a Yuta con la fuerza de un puñetazo. La máscara de calma que había intentado mantener se resquebrajó, revelando el miedo y la culpa que lo carcomían por dentro. Scáthach lo soltó bruscamente, dejándolo tambaleándose en medio de la habitación. Su mirada, fija en él, era una promesa de venganza. Yuta sabía que su secreto estaba en peligro, que la verdad, como una bomba de tiempo, estaba a punto de explotar.

Scáthach salió de la habitación con la cabeza en alto, dejando a Yuta sumido en un mar de incertidumbre y temor. Él, aún conmocionado por sus palabras, la siguió a la sala principal, donde el evento estaba a punto de comenzar. El presentador, con una voz enérgica y una sonrisa radiante, anunció los nombres de los autores del top 10. Cuando llegó el turno de Yuta, la sala estalló en aplausos y vítores. La ovación fue notablemente más intensa que la de los demás escritores, un reflejo de su repentina fama, del misterio que rodeaba su ascenso meteórico al estrellato literario. Yuta, bañado en la luz de los focos, sintió una mezcla de orgullo y vergüenza. El reconocimiento del público, aunque gratificante, le resultaba inmerecido.

Tras el evento, Yuta regresó a su apartamento cargado con regalos, fanarts y cartas de admiradores. La evidencia tangible de su éxito lo rodeaba, pero en lugar de alegría, sentía una profunda culpa. Las palabras de Scáthach resonaban en su mente, un recordatorio constante de su engaño. Sabía que no merecía esos regalos, esa adulación, ese reconocimiento.

Justo cuando la desesperación comenzaba a apoderarse de él, su teléfono vibró. Un nuevo mensaje de la aplicación "Pluma de Fuego". Era de Scáthach. El mensaje, corto y demoledor, decía: "Goza tus cinco minutos de fama. Pronto se te acabarán."

El pánico se apoderó de Yuta. Sabía que Scáthach no bromeaba, que tenía los medios y la determinación para exponerlo. Necesitaba un plan, una forma de protegerse, de demostrar que era capaz de escribir, de silenciar las dudas y las acusaciones. De repente, una idea cruzó por su mente: encontrar al creador de la IA, al arquitecto de su éxito fraudulento. Tal vez él podría ayudarlo a refinar la herramienta, a eliminar cualquier rastro de artificialidad en su escritura, a crear una historia tan perfecta que nadie pudiera sospechar de su origen.

Impulsado por una mezcla de desesperación y ambición, Yuta se embarcó en la búsqueda del creador de la IA. Sabía que era una apuesta arriesgada, un salto al vacío en el impredecible mundo de la tecnología. Pero la necesidad de probarse a sí mismo, de callar a Scáthach y a todos aquellos que dudaban de su talento, era más fuerte que el miedo. Tenía que lograr que su próxima novela fuera un éxito aún mayor, una obra maestra indiscutible que lo consolidara en la cima del mundo literario. Tenía que demostrarle a Scáthach, y a sí mismo, que era capaz de ser un verdadero escritor. Aunque para ello tuviera que recurrir a los mismos métodos que lo habían convertido en un fraude.,