A veces cuando despierto no puedo evitar pensar que sigo atrapado en un sueño. La línea entre lo que es real y lo que no se está volviendo cada vez más delgada.
La percepción de mi mundo se está poniendo de cabeza, y ni siquiera me he dado cuenta. Las pesadillas cada día son más recurrentes.
No creo poder seguir así.
Aun así, no puedo evitar sentirme solo. Aunque a hora que lo pienso siempre me he sentido así. Es curioso, como una leve sensación de vacío que crece lentamente cada día, si tuviera que hacer una comparación sería como tener hambre y no poder saciarla.
***
El pasillo por el que corría era oscuro, pobremente iluminado por una la tenue luz amarillenta. Producto de los múltiples faroles esparcidos a lo largo del las paredes a mis costados, el lugar era amplio fácilmente transitable por cinco o seis personas mas, sin embargo en ese momento, solo yo lo recorría.
"¡Espera! Detente por favor". Grito la mujer sin rostro detrás de mi, pero yo no le haría caso, no sabia que era esa cosa de penumbra pero esa había sido la gota que derramo el vaso.
Mientras corría sin un rumbo fijo, pude sentir como algo mas se comenzaba a acercar, mire hacia atrás levemente, no había nada. Por fin había perdido a aquella cosa, aproveche el momento para poder respirar y mirar mejor donde había terminado.
Un gran pasillo con grandes ventanales que daban hacia el exterior, no podía ver mucho pues una gran pared de neblina me impedía ver mas halla. Toque la ventana, parecía ser gruesa, no podría romperla.
Seguí caminando atravez del pasillo, junto a la pared del otro lado del ventanal habían colgadas pinturas. Me acerqué y las mire de frente, la primera era algo inquietante.
Eran lo que parecían ser dos personas, dos figuras humanas las cuales se unían en un abrazo sentadas sobre el suelo.
No tenían rostro, como si la piel hubiera sido arrancada, difuminados de tal forma que perdían su identidad. Uno de ellos tenia la boca apoyada sobre el cuello de la otra, mientas parecía clavar levemente sus dientes sobre la carne del contrario, no lo hacia con violencia, no había sangre de la herida ni resistencia por parte de esta. La primera figura que mordía parecía estar llorando, mientras que la otra sonreía con una calma casi inquietante. El suelo alrededor de ambos estaba cubierto por pétalos. Pétalos de rosas marchitas de un rojo carmesí, rodeados por un inquietante bosque de pinos oscuros.
Acaso esta pintura era una muestra de amor.
Mire debajo del cuadro al pie de este. Había un nombre Desmond Grimm, junto al nombre había una placa dorada con lo que supuse que seria el nombre de la pintura. Comulgar con tu cuerpo. La mire un momento mas antes de seguir con la siguiente.
El nombre de esta pintura era La dama en silencio. Como su nombre esta hacia presencia de una mujer sentada sobre el borde de una cama con vista hacia una gran ventana, donde se filtraba una especie de bruma, una sombra con forma de cientos de manos que avanzaban lentamente hacia ella. Su cabello era oscuro, largo hasta su cintura. Ella estaba vistiendo un corto vestido gris, arrugado y un poco maltratado, su rostro no estaba del todo claro, al menos no para mi. Tenia una mirada completamente perdida, una mirada ausente que reflejaba la total carencia de emoción, con sus labios apenas entre abiertos. Como si en ese momento hubiera dejado escapar un fuerte suspiro. Los colores eran opacos, un leve azul verdoso que se mezclaba con las sombras violetas.
Una obra que gritaba soledad. A igual que la anterior esta también tenia como firma el nombre de Desmond Grimm. Desmond, dije. Como si el nombre apenas se quedara adherido en mis labios.
La penúltima pintura era algo que nunca había visto. Una criatura inquietante, una extraña fusión entre un hombre y un ciervo. Una criatura con una mirada vacía y penetrante, sus ojos eran blancos con marcadas pupilas amarillentas que parecían brillar con una intensidad casi sobrenatural, de facciones lineales casi cadavéricas. Con una piel pálida que contrastaba con un par de grandes astas que nacían sobre su cabeza. Con un paisaje algo familiar, aquel mismo bosque de ceniza en el cual había despertado, podía reconocer fácilmente esos arboles retorcidos.
La atmósfera de la pintura era oscura, onírica. Samsara. Decía al pie del cuadro.
Mire alrededor del pasillo, habían muchas mas pinturas. Cientos de lienzos cargados de simbolismos e historias las cuales no tendría tiempo de ver y comprender.
"Son hermosas no? El amo Desmond suele poner todo su empeño en cada una de ellas". Una voz espectral hablo a la altura de mi cuello, gire rápidamente y me aleje un par de pasos hacia un lado.
Frente al cuatro observándolo con sumo interés estaba aquella sombra, una figura alta compuesta de oscuridad absoluta que parecía devorar el poco rastro de luz que había, estaba levemente encorvada con los brazos hacia atrás, apreciando mejor manera la pintura.
"En lo personal". Hizo una leve pausa y giro su cabeza en mi dirección. "Esta es mi favorita". Señalo con el dedo la pintura frente a ... ella?. Dejo de mirarme y poso su mirada nuevamente en el cuadro, di un paso atrás, seguido de otro.
Había un jarrón sin flores sobre un estante junto a la pared. Lo tome con mis manos y lo mantuve detrás de mi espalda.
"¿Qué demonios estás haciendo aquí?".
Mire hacia atrás de mi. Emergiendo de la oscuridad del pasillo podía distinguir una silueta caminando en mi dirección.
Una figura alta y delgada. Su piel era pálida. Mientras que su largo cabello rubio ceniza caía hasta su cintura, enmarcando un rostro que parecía haber sido esculpido en mármol. Hay estaban nuevamente esos profundos ojos negros, mirando fijamente. Vestía una larga gabardina de cuero grisáceo de un pálido que le llegaba hasta las rodillas. Alrededor de su cuello cubriendo parcial mente sus labios mantenía una larga bufanda marrón que bajaba hasta su cintura. Mientas que sobre sus manos mantenía un par de guantes de cuero y botas negras.
Aprete el jarrón con mas fuerza. Ella se detuvo un par de pasos frente a mi, sosteniendo con mayor rudeza la correa de un rifle que descansaba en su hombro. Ninguno de los dos pudo articular una sola palabra, en cierta manera era incomodo.
Hasta que los suaves golpes de tacones arañando el suelo llamaron nuestra atención.
"¡Querido, espera! ¡Detente! Este lugar no es para correr de esa forma".
Mire detrás de la mujer pálida, ella hizo lo mismo. Corriendo en nuestra dirección, con un andar singular, sosteniendo su largo vestido purpura por la parte superior de su falda, levemente sobre sus tobillos, el eco de sus pasos llenaba aquel silencioso pasillo con su propia sinfonía caótica. En cuestión de segundos aquella dama sin rostro ya se encontraba frente a nosotros.
Llevo una mano sobre su pecho, como si respirada agitada por el notable esfuerzo.
Di un paso atrás, y levante el jarrón ala altura de cabeza. Esperando. Pero la mujer de ojos negros en un movimiento casi imposible de ver, desenfundo su rifle y me apunto directamente a la cabeza. El mensaje me era claro. Inténtalo.
La dama sin rostro pareció constiparse, rápidamente se acerco hasta la mujer pálida, haciendo un leve ademan con su muñeca.
"Selene querida ¿podrías bajar ese rifle? ¿Qué te he dicho sobre apuntar a la gente de esa forma?". Hablo en tono de reproche, la nombrada como... Selene simplemente suspiro con frustración.
"Que es de mala educación, ya lo se. PERO, si el hombre de madera intenta algo le disparo". Ella no desvió su rifle, no cambio su mirada y su tono seguía siendo el mismo. Pero de alguna manera su dedo índice ya no descansaba sobre el gatillo.
"Ah, Selene querida no lo asustes mas. Míralo...". Giro en mi dirección, señalándome con ambas manos como si estuviera mostrando a un pequeño animalito asustado.
"Se ve que es un tanto... Delicado". Añadió la mujer, al mismo tiempo que hacia un gesto de desinterés casi anormalmente teatral. Volvió a desviar su mirada de la mujer pálida y la poso nuevamente sobre mi, expectante.
"Sabes, querido. No es propio de un caballero dejar a una dama como yo a su suerte para poder correr por hay". Camino lentamente en mi dirección, su tono era de reproche.
Como una madre que se hallaba regañando a un niño.
"Pero bueno, cambiando de tema. Creo que aun no nos hemos presentado". Señalo sutilmente a la mujer detrás de ella. "Ella es Selene, descuida no muerde jaja". Dejo escapar una leve risa gentil, colocando su mano sobre su pecho y realizando una reverencia.
"Mi nombre es Quithzi, Quithzi Unter Grimm, pero con Quithzi me basta y sobra". Si ella tuviera un rostro, supongo que en este momento estuviera sonriendo.
Talvez, solo talvez había exagerado un poco. Mire de reojo a la sombra detrás de mi, la cual se mantenía absorta en esa misma pintura, como si ninguno de nosotros existiera.
"Este, querido podrías bajar ese jarrón". Me dijo algo incomoda, señalando con su palma el estante vacío junto a la pared. Ho, cierto aun mantenía el jarrón entre mis manos. Al igual que la mujer de ojos negros aun mantenía su rifle en mi dirección.
"Lo bajare cuando ella deje de apuntarme con esa escopeta". Dije al aire, con la clara intención de que la mujer pálida pudiera escucharme. Ella chasqueo la lengua y poso su dedo sobre el gatillo.
En respuesta yo levante el jarrón mas alto, como si la estuviera confrontando. Su mirada se oscureció aun mas.
—Fiii... fuuuuu... fiii... Fiii... fuuuuu... fiii...—
La mujer de ojos negros giro su rifle y lo dejo caer sobre su funda, cruzándose de brazos y mirando deliberada mente hacia el gran ventanal junto a nosotros. La señora Quithzi hizo algo parecido, girando de forma anormal su cabeza hacia un lado, de igual manera hacia el ventanal.
Baje el jarrón lentamente, confundido por aquel silbido. Con calma mire en dirección de la ventana... Hasta donde mi vista podía alcanzar, pude distinguir algo entre la neblina. Una luz.
—Fiii... fuuuuu...—
Sobre la gran muralla de piedra entre la maleza había alguien. Caminaba lentamente, absorto en su propio mundo. Tenia extrañas ropas desgastadas que sorprendentemente aun se mantenían unidas. Lo miraba con confusión, este giro en nuestra dirección al mismo tiempo que seguía con su leve trote, en lugar de una cabeza, había una calabaza con una cara tallada sobre la pulpa, donde una fugaz luz amarillenta se proyectaba hacia el exterior.
Aun a la distancia podía jurar que aquel extraño silbido provenía de el. Hizo un gesto con uno de sus apéndices, en señal de saludo. La mujer pálida solo asistió con la cabeza, mientras que la señora... Quithzi devolvió el saludo.
"Por cierto querido, tu aun no te has presentado". Menciono en voz alta sin quitarle la vista de encima aquel espantapájaros ambulante. La mire de reojo, saliendo de mi estupor. Mi nombre...
"...Mi nombre". Hable sin darme cuenta, un suave susurro que vasto para que la dama sin rostro me mirara nuevamente.
"Mi... Nombre". Volví a mencionar. Como me llamaba, fue cuando la imagen de aquella mujer en el bosque paso por mi mente, seguido de aquel árbol retorcido.
La zanja, mi nombre. Lleve una de mis manos sobre mi rostro.
"No... Lo... Recuerdo". Dije entrecortada mente, contemplando el vacío.