El sol, harto de presenciar tanta tontería en un solo día, decidió que ya era suficiente y se largó, dejando a la Luna lidiar con los desastres nocturnos.
Para cuando Aric terminó sus deberes y salió del colegio (porque sí, además de soportar este mundo ridículo, tenía que TRABAJAR), la oscuridad ya dominaba el cielo.
Regresar a su hogar no era complicado, solo debía seguir la misma ruta que el dueño original de este cuerpo había tomado durante las últimas 48 horas, sin desviaciones ni aventuras inesperadas.
Pero había un pequeño problema.
—Estoy. Hecho. Mierda.
[¡Lenguaje! Pero sí, pareces un cadáver ambulante.]
—Me duele la espalda, las piernas, la cabeza y el alma, que ni siquiera sé si tengo.
[Confirmo, el alma no te duele porque probablemente ya la perdiste el comer ese almuerzo.]
Aric suspiró y miró el camino que tenía por delante. Su casa estaba a… ¿qué? ¿Quince minutos caminando? ¿Veinte? ¡Demasiado! Sus pies pesaban como si le hubieran amarrado yunques invisibles, y la idea de caminar hasta su hogar lo deprimía más de lo que ya estaba.
—¿Sabes qué es lo peor? Que apenas llegue a casa voy a poder dormir solo un par de horas antes de que suene el maldito despertador para venir a hacer EXACTAMENTE LO MISMO MAÑANA.
[Ah, el clásico monólogo del trabajador moderno.] —comentó el sistema con deleite—. [¿Por qué no sigues el sendero de la iluminación en lugar de quejarte?]
—Porque el sendero de la iluminación no paga el alquiler —bufó Aric mientras caminaba con una mezcla de depresión y resignación.
[¡Pero si sigues el Sendero del Dios Masacrador, podrías pagar el alquiler con la sangre de tus enemigos! ¡Solo necesitas someterte al Suplicio del Alma Desgarrada para formar tu Corazón Etéreo!]
—…¿Perdón? ¿Tú escuchas las cosas que dices?
[¡Es un método ancestral lleno de sabiduría y tradición!]
—Es literalmente un nombre sacado de la agenda personal de un torturador medieval. A ver, dime la verdad, ¿qué tan malo es?
[Oh, no es tan malo.] —respondió el sistema con un tono sospechosamente despreocupado—. [Solo sentirás como si te arrancaran el alma con pinzas de metal oxidado, la sumergieran en ácido y luego la usaran como piñata en el cumpleaños de un demonio.]
—...
[¡Pero luego estarás rebosante de energía! ¡Y con el Tormento de la Existencia Agónica, podrás refinar el Aliento del Mundo como un verdadero campeón!]
—¿Qué? No. … ¿Tienes idea de lo increíblemente horroroso que suena eso?
[¡Es la clave del éxito! Con eso, no solo dejarás de ser un saco de carne agotado, sino que podrás ser reconocido como una existencia superior. Imagina la gloria, el poder, el respeto…]
[¡Y lo más importante! Finalmente podríamos colgar tu foto como empleado del mes en vez de esa maldita de…]
—¿De quién?
[¡De esa maldita de MIRIAM!]
Aric sintió un escalofrío.
—¿Estás hablando de la tipa que ha sido empleada del mes… durante TREINTA Y SEIS AÑOS CONSECUTIVOS?
[¡Exactamente! ¿Qué secretos esconde? ¿Qué demonio la patrocina? ¿Cómo es posible semejante nivel de eficiencia?]
—No es humana. Nadie puede ser tan competente durante tanto tiempo.
[¡Es una abominación! ¡Una aberración contra la mediocridad natural del trabajador promedio! ¡Su sola existencia distorsiona la realidad y crea estándares inalcanzables que nos condenan a todos los que odiamos nuestros trabajos!]
Aric apretó los dientes.
—Maldita Miriam…
[¡Maldita Miriam!]
Aric dejó caer los hombros.
—Tch… Ya olvídalo. No pienso formar mi Corazón Etéreo con nada que provenga de ti.
[¿Y por qué no?]
Aric lo miró con desconfianza.
—Es como el sexo.
[¿Perdón?]
—Una vez pruebas la puntita, ya luego no hay vuelta atrás. No voy a caer en esa trampa.
El sistema se quedó en silencio unos segundos, procesando la información.
[…No sé si es la peor analogía que he escuchado o si es una genialidad absoluta.]
—Llámalo como quieras, pero no pienso hacerlo. No me importa cuántos métodos de tortura disfrazados de técnicas avanzadas me ofrezcas.
[¡Pero no es lo mismo, maldito degenerado!]
—Es EXACTAMENTE lo mismo. Primero dices “solo forma un Corazón Etéreo”, luego “solo refina un poquito de Aliento del Mundo”, y cuando me doy cuenta, estoy ahí, sin retorno, atrapado en una vida de dolor y cultivo infernal.
[Detalles, detalles.]
—No. Mi dignidad es lo único que me queda.
[¿Qué dignidad?]
—¡Exacto!]
Aric bostezó y siguió caminando con pesadez.
El sistema se quedó en silencio un segundo antes de soltar un pitido burlón.
[Hmm… Así que tienes experiencia en probar la puntita, ¿eh?]
—¡CALLA! —bramó Aric, su ojo temblando de pura ira.
[¿Quieres que guarde ese dato en tu historial personal?]
—TE VOY A BORRAR, MALDITO.
…
Aric siguió caminando con la energía de un cadáver recién levantado de su tumba. A cada paso, sentía que su alma se evaporaba un poquito más, pero aun así, no perdió la oportunidad de analizar la ciudad que ahora llamaba hogar.
Era una ciudad pequeña, con calles adoquinadas iluminadas por faroles de gas, lo que le daba un aire encantador... hasta que te dabas cuenta de los detalles.
Por ejemplo, una mujer gritaba desesperada, arrodillada en el suelo.
—¡Mi gato! ¡Mi gato se ha quedado atrapado en el tejado! ¡¿Alguien puede ayudarme?!
Aric miró el tejado.
El gato, con una expresión de absoluto desdén, lo miraba desde arriba mientras limpiaba una de sus patas. No parecía atrapado en lo absoluto.
—Señora, ¿está segura de que el gato no está ahí porque quiere? —preguntó Aric con cansancio.
—¡¿Pero qué tonterías dices?! ¡Los gatos no pueden trepar tejados voluntariamente!
—... ¿Perdón?
Antes de que pudiera procesar lo que acababa de escuchar, un caballero apareció de la nada con una armadura brillante y una capa ondeante, señalando al gato con dramatismo.
—¡No temas más, damisela en apuros! ¡Yo, sir Reginald III del linaje dorado, rescataré a tu noble bestia!
Sin esperar respuesta, el caballero sacó su espada, cortó un poste de madera que sostenía una tienda de frutas y usó la tabla caída como una improvisada catapulta. Luego, con una destreza absurda, saltó sobre ella y salió disparado hacia el tejado.
Aric lo observó elevarse en el aire con la precisión de un cálculo matemático perfecto.
Durante un instante, pensó que tal vez, solo tal vez, el tipo sabía lo que hacía.
Hasta que se estampó contra la pared como un insecto contra un parabrisas.
—¡AAAAARGH!
El gato bostezó y se fue caminando tranquilamente por los tejados, dejándolo inconsciente en el suelo.
—Esta gente no puede estar bien de la cabeza… —murmuró Aric, alejándose antes de que alguien intentara involucrarlo en esto.
Justo al doblar una esquina, se encontró con un grupo de ancianos en un duelo de miradas.
Sí, solo se miraban fijamente. En completo silencio. Uno incluso tenía una taza de té en la mano y bebía con una calma sobrenatural. Un cartel colgaba entre ellos: “DUELO PSÍQUICO DE JUBILADOS. PROHIBIDO PARPADEAR.”
Uno de los ancianos empezó a sudar. Sus labios temblaron. Y entonces...
—¡JA! ¡PERDISTE, MALDITO INÚTIL! —gritó otro anciano, señalándolo con un dedo huesudo.
—¡FUE EL REFLEJO, MALDITA SEA, NO VALE!
—¡CLARO QUE VALE!
Aric parpadeó, miró al cielo y suspiró.
Más adelante, un vendedor ambulante intentaba convencer a una multitud de que su perro era, en realidad, un Adepto transfigurado.
—¡Por solo una moneda de plata, les contaré la trágica historia del Archimago Caninius, el sabio que fue castigado por el mismísimo Consejo Arcáne!—clamaba, sosteniendo a un can visiblemente harto de la vida.
—Guau. —dijo el perro con absoluta resignación.
—¡¿Escucharon eso?! ¡Claramente está maldiciendo a la humanidad en un antiguo dialecto Arcáne!
Aric se masajeó las sienes.
«Dios, qué basura de mundo.»
Aun más adelante, un duelo de magia tenía lugar en medio de la calle, con dos hombres gritándose insultos a la vez que lanzaban hechizos completamente ridículos.
—¡Oh, sí! ¡Prueba mi Rayo de Calvicie Prematura! —exclamó uno, señalando a su oponente, cuyo cabello empezó a desaparecer a una velocidad alarmante.
—¡Ja! ¡Patético! ¡Mi Técnica Suprema de Crecimiento Acelerado contrarrestará tu ataque! —respondió el otro, invocando una barba que creció tan rápido que lo envolvió en cuestión de segundos.
La multitud vitoreaba con la emoción de quien veía un combate legendario.
—¡YO APUESTO POR EL CALVO! —gritó alguien.
—¡EL BARBUDO LE GANA, APRENDE A APOSTAR, IDIOTA!
Aric sacudió la cabeza y decidió no detenerse más. Si pasaba un segundo más observando la locura de esta ciudad, probablemente perdería lo poco que le quedaba de cordura.
Justo cuando estaba a punto de llegar a su casa, escuchó unas voces borrachas provenientes de un callejón.
El aire cambió. Su sentido de autopreservación le indicó que acelerara el paso y se hiciera el sordo. Pero, claro, la vida no era tan amable.
—Mira nomás lo que tenemos aquí…
—¿A dónde vas con tanta prisa, muñeca?
—Je, je, je. Una damita como tú no debería andar sola de noche…
Aric frunció el ceño y giró la cabeza con disimulo.
Y sí. Ahí estaba. Una niña de unos catorce años, de cabello rojo y rostro angelical, con ropas que gritaban “mis joyas valen más que tu vida”.
Y, por supuesto, tres imbéciles rodeándola con sonrisas asquerosas.
«No. No. NO. No me jodas.»
Antes de que pudiera alejarse lentamente y fingir que no había visto nada, el sistema gritó con una actuación digna de una obra escolar de preescolar:
[¡Oh no, Aric, mira! ¡Una pobre, guapa e inocente jovencita rica está siendo acosada por tres gamberros!]
Aric sintió cómo su cerebro implosionaba de pura frustración.
«Esta maldita historia cliché de mierda otra vez…»