Damián y yo seguimos caminando en silencio, disfrutando del aire fresco y del sol que se estaba poniendo detrás de los árboles. La tensión de la conversación con sus amigos todavía estaba presente, pero sentíamos una sensación de alivio y determinación.
De repente, Damián se detuvo y me miró con una expresión seria.
—Tengo algo que decirte —dijo, con una voz baja—. Algo importante.
Me sentí curioso y un poco ansioso. ¿Qué podía ser tan importante?
—¿Qué es? —pregunté, sintiendo una sensación de expectación.
Damián se tomó un momento antes de hablar.
—Mi familia no sabe sobre nosotros —dijo, con una voz llena de emoción—. Y creo que es hora de que lo sepan.
Me sentí sorprendido y un poco nervioso. ¿Cómo reaccionarían sus padres? ¿Lo aceptarían?
—¿Estás seguro? —pregunté, sintiendo una sensación de preocupación.
Damián asintió.
—Sí, estoy seguro —dijo—. Quiero ser honesto con ellos. Quiero que sepan la verdad sobre nosotros.
Me sentí conmovido por su determinación y su valentía.
—Estoy contigo —dije, sintiendo una sensación de solidaridad—. Vamos a enfrentar esto juntos.
Damián sonrió y me tomó la mano.
—Gracias —dijo, con una voz llena de gratitud—. Significa mucho para mí.
Y en ese momento, supe que nuestra relación iba a ser puesta a prueba de una manera que nunca habíamos imaginado.