Damián y yo nos dirigimos hacia el parque, sintiendo una mezcla de emociones. Estábamos nerviosos y ansiosos, pero también determinados a defender nuestra relación. Al llegar al parque, vimos a sus amigos esperándonos en un banco.
Damián se detuvo un momento antes de acercarnos, como si estuviera reuniendo valor.
—Estoy contigo —le dije, sintiendo una sensación de solidaridad.
Damián me miró con una sonrisa débil y asintió.
—Gracias —dijo—. Significa mucho para mí.
Nos acercamos a sus amigos, que nos miraron con una mezcla de curiosidad y hostilidad. Damián se puso tenso a mi lado, y pude sentir su ansiedad.
—Hola —dijo uno de sus amigos, un chico alto y delgado—. ¿Qué pasa?
Damián se encogió de hombros.
—Queríais hablar conmigo —dijo—. ¿Qué pasa?
El chico se inclinó hacia adelante, con una expresión seria.
—Sabes que no aprobamos tu relación con él —dijo—. No es lo que esperábamos de ti.
Damián se puso tenso, y pude sentir su ira creciente.
—No tenéis derecho a juzgarme —dijo, con una voz firme—. Mi relación con él es mía, y no tenéis que aprobarla.
El chico se rió.
—Oh, vamos —dijo—. Sabes que estamos preocupados por ti. No queremos que te hagan daño.
Me sentí enojado y herido por sus palabras. ¿Cómo podían pensar que yo iba a hacerle daño a Damián?
—No voy a hacerle daño —dije, sintiendo una sensación de determinación—. Nuestra relación es consensuada, y somos felices juntos.
El chico me miró con una expresión de incredulidad.
—No puedes estar hablando en serio —dijo—. Esto es solo una fase, Damián. Tú no eres así.
Damián se puso rojo de ira, y pude sentir su furia creciente.
—Sí, soy así —dijo, con una voz firme—. Y no voy a cambiar por vosotros.
La conversación se estaba volviendo cada vez más tensa, y pude sentir que la situación estaba a punto de estallar.
—Creo que ya hemos hablado suficiente —dije, sintiendo una sensación de autoridad—. No vamos a cambiar de opinión, y no necesitamos vuestra aprobación.
El chico se puso de pie, con una expresión de desafío.
—Bien —dijo—. Pero no digas que no te advertimos.
Damián y yo nos miramos, sintiendo una mezcla de emociones. Estábamos nerviosos y ansiosos, pero también determinados a defender nuestra relación.
—¿Qué pasa ahora? —pregunté, sintiendo una sensación de curiosidad.
Damián se encogió de hombros.
—No lo sé —dijo—. Pero creo que hemos dejado claro nuestro punto de vista.
Nos dimos la vuelta y nos alejamos de sus amigos, sintiendo una sensación de alivio y determinación. Habíamos defendido nuestra relación, y estábamos listos para enfrentar cualquier desafío que se presentara.
Pero mientras caminábamos, no pude evitar sentir que la situación no había terminado. ¿Qué pasaría a continuación? ¿Cómo reaccionarían sus amigos? La incertidumbre me estaba matando.
Damián me miró y sonrió.
—Estoy contigo —dijo—. No importa lo que pase.
Me sentí conmovido por sus palabras, y sonreí en respuesta.
—Estoy contigo también —dije—. Siempre.
Y juntos, seguimos adelante, listos para enfrentar cualquier desafío que se presentara.