Capítulo 11 — La Gran Batalla.

📖 Capítulo 11 — La Gran Batalla

El campo de batalla estaba preparado.

A lo lejos, el horizonte se teñía de rojo bajo un cielo cubierto de nubes oscuras y pesadas. La tierra misma parecía temblar, como si presintiera lo que estaba a punto de suceder.

Caelan de Duskvarr observaba la línea de frente desde su montura, su Bestia Guardian, un dragón de sombra, rugiendo junto a él. El aire a su alrededor estaba cargado de magia pura, una energía que se sentía palpable incluso en la piel.

El Concilio había desatado al Heraldo de la Muerte, y la oscuridad se movía como una marea imparable.

El Concilio no dejará de atacarnos hasta que todo esté destruido. —dijo Caelan, su voz grave mientras miraba a su ejército, compuesto por los Sapharion, sus antiguos aliados, y otros que se habían unido bajo su bandera.

No subestimemos a nuestro enemigo, pero no olvidemos lo que tenemos.

Cada uno de nosotros tiene una razón para luchar.

Nosotros somos el futuro.

Con su brazo levantado, Caelan dio la señal. La primera ola de ataque comenzó.

Los Sapharion desataron sus llamas, ondas de fuego azul que iluminaron la oscuridad. Los archeros lanzaron flechas que brillaban con magia arcana, y los guerreros avanzaron, sus espadas listas para cortar cualquier sombra que se interpusiera en su camino.

Pero desde las profundidades del campo de batalla, un rugido profundo se elevó en el aire. Era la presencia del Heraldo de la Muerte, quien había llegado.

Su figura oscura emergió entre las sombras, una masa imponente de poder negro.

Por cada paso que daba, las sombras se alzaban a su alrededor, como si el mundo mismo estuviera cediendo ante su poder.

¡El Heraldo! —gritaron los soldados de Caelan, al ver cómo la muerte misma avanzaba hacia ellos.

El Cazador de las Sombras apareció al lado del Heraldo, como una extensión de su oscuridad, siguiendo sus órdenes con la precisión de una máquina.

A su alrededor, las bestias oscuras surgieron del suelo, criaturas con ojos rojos como sangre y cuerpos formados por pura oscuridad.

Caelan no dudó.

Con un grito de guerra, desató su poder, las llamas de su Bestia Guardian iluminando la noche.

El dragón de sombra extendió sus alas, lanzando fuego oscuro hacia las sombras que avanzaban hacia él.

Los Sapharion también atacaron con furia. Lord Kaelen lideraba a sus guerreros, desatando una tormenta de llamas que borró del mapa a varias de las bestias oscuras.

Las fuerzas del Concilio se estrellaron contra ellos con una violencia indescriptible, pero la batalla no era solo de fuerzas físicas.

En el aire, las magias elementales chocaban con la magia oscura del Heraldo. Los vientos eran desgarrados por el poder de la neblina negra que emanaba del Heraldo de la Muerte, mientras que las olas de agua de los guerreros Sapharion se desvanecían ante la oscuridad.

De repente, el Heraldo de la Muerte alzó su mano.

La oscuridad se retorció, tomando forma y cobrando vida. Los muertos que yacían en la tierra comenzaron a levantarse, esqueletos y sombras, preparados para destruir todo a su paso.

Caelan, sin pensarlo, lanzó un grito de batalla, su magia de fuego envolviendo a su Bestia Guardian.

La criatura, un dragón de sombras, lanzó un rugido desgarrador que hizo temblar la tierra misma, antes de embestir contra el Heraldo.

La lucha entre ellos fue devastadora. El dragón de Caelan se enfrentó al Heraldo, lanzando llamas negras que hacían retumbar el campo de batalla. Pero el Heraldo respondía con su poder, devorando las llamas con su propia oscuridad, desintegrándolas en el aire.

¡No es suficiente, Caelan! —la voz del Heraldo resonó en su mente, fría como el hielo—.

Vas a perderlo todo.

Con un movimiento abrupto, el Heraldo extendió su mano, y las sombras se arremolinaron alrededor de Caelan. El aire se volvió denso, y las sombras intentaron envolverlo, apretándolo hasta que la oscuridad lo consumiera.

Pero Caelan no retrocedió.

Con un grito feroz, desató todo el poder de su alma. La magia ancestral que había despertado en su interior estalló, y una onda de fuego primigenio se liberó, purificando la oscuridad que lo rodeaba.

¡No me rendiré! —gritó Caelan, mientras su dragón de sombras se levantaba de nuevo, esta vez con más poder que antes, preparado para acabar con la abominación que tenía frente a él.

El campo de batalla se llenó de magia, garras, fuego y sangre. La batalla alcanzó su punto más álgido, y el destino de Caelan, los Sapharion y el mundo entero se decidiría en este último enfrentamiento.

[FIN DEL CAPÍTULO 11]