Bernard se quedó allí, completamente aturdido, abriendo y cerrando la boca como un pez que busca aire. Su mente luchaba por reconciliar a la mujer que tenía delante con la chica destrozada a la que había burlado e ignorado durante años.
Valentina sonrió con suficiencia, inclinando ligeramente la cabeza mientras miraba a Raymond.
—Parece que alguien ha perdido la voz —dijo con diversión.
Se dio la vuelta, lista para marcharse. No tenía sentido perder ni un segundo más con Bernard. Él era una reliquia de un pasado al que ya no pertenecía.
Pero justo cuando dio un paso adelante, una mano áspera se cerró alrededor de su muñeca.
—¿Adónde crees que vas? —La voz de Bernard era cortante, desesperada.
Valentina se volvió lentamente, con expresión gélida.
El agarre de Bernard se intensificó.
—Si crees que sigues casada, eres una tonta —se burló—. Tu matrimonio ya no es válido. A partir de ahora, vendrás conmigo.
El silencio se instaló entre ellos.