Al escuchar lo que Victoria acababa de decir, las cejas de Edward se fruncieron profundamente, y se inclinó hacia adelante en su escritorio. Sus dedos golpeaban rápidamente contra la madera pulida, su mente acelerada.
—Me estás diciendo... —repitió, con voz cargada de incredulidad—. ¿Que el gerente realmente regaló el Conjunto de Tributo Aureado Celestial —un artículo que ni siquiera está destinado a venderse— a un cliente regular? ¿Así sin más?
Victoria cruzó las piernas y sonrió con suficiencia, escuchando la frustración en su voz.
—Eso es exactamente lo que estoy diciendo, Edward. —Inclinó la cabeza burlonamente—. ¿Increíble, verdad?
La mandíbula de Edward se tensó. No podía entenderlo. Ese conjunto de tributo en particular estaba estrictamente reservado, no solo para miembros VIP, nadie tiene derecho a venderlo ni siquiera los accionistas de más alto rango.
—Esto es inaceptable —murmuró, con un tono sombrío.