En ese momento, los ojos de Valentina se oscurecieron, su expresión antes calmada volviéndose fría como el hielo. Se giró para enfrentar completamente a Victoria, su mirada destilando disgusto y desprecio.
Su voz, cuando habló, era tranquila, pero llevaba un innegable peso de advertencia.
—Esta es tu última advertencia, Victoria.
Inmediatamente la sonrisa burlona de Victoria vaciló ligeramente, pero Valentina no se detuvo.
—La próxima vez que me veas, te sugiero que te ocupes de tus asuntos —sus palabras eran lentas, deliberadas—. Y la próxima vez que te atrevas a manchar el nombre de mi madre, no me quedaré aquí solo escuchando.
En ese momento su mandíbula se tensó, su mirada atravesando la confianza de Victoria como una cuchilla.
—No voy a volver a verte escupir estas tonterías sobre mi madre. Pero como hoy es el día de su conmemoración, estoy dispuesta a dejarlo pasar. Solo por hoy.
Sus puños se apretaron a sus costados, pero su rostro permaneció inquietantemente sereno.