En ese momento Edward quería decir algo, sin embargo, antes de que Edward pudiera terminar su frase, otra bofetada aterrizó en su rostro.
—¡PLAF!
El sonido resonó por la habitación, más fuerte que antes.
Esta vez Edward se tambaleó hacia atrás, con la cabeza dándole vueltas. Sintió el ardor subir por su mejilla, quemando más intensamente que la primera. Su respiración se entrecortó. Sus piernas temblaron.
No podía comprenderlo.
¿Por qué?
¿Por qué era él quien estaba siendo castigado?
Victoria permaneció inmóvil, con la boca ligeramente entreabierta. No podía creer lo que estaba presenciando.
Sus ojos se movieron rápidamente de la expresión aturdida de Edward al Señor Maximilian que acababa de golpearlo.
El rostro del Señor Maximilian estaba furioso.
Un silencio profundo y escalofriante se instaló en la habitación.
Entonces, con una voz tan afilada como una navaja, Maximilian habló.
—Cierra. Tu. Boca.
En ese momento todo el cuerpo de Edward se estremeció.