CAPÍTULO 44

Al escuchar lo que Valentina acababa de decir,

Maximilian dudó, con la garganta seca. La mirada de Valentina era firme, presionándolo por una respuesta.

Exhaló lentamente, desviando la mirada.

«Ella no lo sabe», se dio cuenta. «No tiene idea de lo que está usando».

De nuevo su mente recordó la voz severa de su abuelo, las palabras grabadas profundamente en su memoria:

«En el momento en que veas a una mujer usando ese anillo, no importa quién sea, no importa de dónde venga—debes hacer todo lo posible para mantenerte en su gracia. Si fallas... todo lo que hemos construido durante generaciones se derrumbará en menos de una hora».

El peso de esa advertencia se asentó pesadamente sobre sus hombros.

Incluso ahora, no sabía por qué.

Su abuelo nunca lo explicó.

Pero una cosa era cierta—no estaba dispuesto a poner a prueba la verdad detrás de esas palabras.

En ese momento, su mandíbula se tensó.

Valentina inclinó ligeramente la cabeza, observándolo.

—¿Por qué no dices nada?