CAPÍTULO 30

Al escuchar lo que Victoria acababa de decir.

La empleada dudó por un momento antes de volverse hacia Victoria, con su voz cuidadosamente medida.

—Señorita, es esta dama aquí —señaló a Valentina—, quien se niega a renunciar a los artículos.

Victoria, que había estado revisando sus uñas con impaciencia, finalmente se giró en la dirección que la empleada indicaba. En el momento en que su mirada se posó en Valentina, su expresión se congeló por medio segundo antes de estallar en carcajadas.

No era una risa de diversión. Era burla.

Inmediatamente juntó las manos como si acabara de escuchar el chiste más ridículo.

—Espera... espera un minuto. —Dio un paso lento hacia adelante, sus ojos afilados escaneando a Valentina de pies a cabeza.

—¿Me estás diciendo que... de todas las personas en este mundo, la que se atreve a desafiarme por estos artículos es Valentina?

En ese momento soltó otra risa aguda, sacudiendo la cabeza con incredulidad.