CAPÍTULO 31

En ese momento, un silencio lento y escalofriante se instaló en el aire.

Valentina dirigió su mirada bruscamente hacia la empleada, su expresión endureciéndose.

—¿Disculpe?

La empleada dudó pero rápidamente mantuvo su postura.

—La Señorita Victoria es una de nuestras clientas más valoradas —explicó nuevamente, con voz firme—. Ha comprado con nosotros muchas veces antes, y ella...

—Entró después de mí —interrumpió Valentina, con un tono peligrosamente calmado—. Y aun así, ¿me estás diciendo que a pesar de haber seleccionado estos artículos primero, te niegas a vendérmelos? ¿Basado en qué? ¿Favoritismo? —se burló—. ¿Qué clase de establecimiento es este?

En ese momento Victoria soltó una risa burlona.

—Oh, no seas tan dramática, Valentina. Es simple. Lo quiero, así que lo obtengo. —Se acercó más, bajando la voz—. Así es como funciona el mundo. Y yo siempre obtengo lo que quiero.

Valentina levantó la barbilla, su mirada afilada como el cristal.