CAPÍTULO 67

De nuevo, los dedos de Valentina se apretaron alrededor de la muñeca de Raymond.

Su voz era apenas un susurro, pero la urgencia en su tono era inconfundible.

—Raymond... No tengo dinero para ayudarte ahora mismo.

Su pecho subía y bajaba rápidamente, el pánico infiltrándose en su voz.

—Lo que acabas de hacer... es una ofensa muy, muy grave. ¿Te das cuenta? No podemos escapar de esto.

Sus ojos recorrieron la habitación.

El jefe de la subasta. Dorian Lancaster. Las innumerables miradas que los taladraban.

Eran como lobos hambrientos, esperando a que Raymond fuera devorado.

Su respiración se entrecortó aún más al ver la situación.

—Si me hubieras escuchado desde el principio, nada de esto habría pasado.

En ese momento, ella tragó saliva, con frustración y ansiedad retorciéndose en su estómago.

—Ya podríamos estar en casa ahora.

Pero Raymond... simplemente se rió.

Se rió.

Como si nada de esto importara.

Como si no estuviera parado al borde de un abismo sin fondo.