CAPÍTULO 54

"""

En ese momento la habitación se quedó inmóvil, el peso del momento suspendido pesadamente en el aire. Nadie se movió. Nadie respiró. Era como si el tiempo mismo se hubiera congelado en shock por lo que acababa de desarrollarse ante ellos.

Sebastián yacía desplomado en el suelo, sus manos temblando mientras flotaban sobre su rostro ensangrentado, sus dedos rozando el espacio vacío donde antes estaban sus dientes.

Un agudo gemido de dolor escapó de sus labios, pero la pura humillación dolía más que la herida misma.

Sin embargo Bernard, que había estado firmemente de pie momentos antes, dio instintivamente un paso atrás, sus piernas cediendo ligeramente.

Ni siquiera se dio cuenta de que se estaba moviendo hasta que su espalda casi golpeó la pared. Sus ojos, abiertos de incredulidad, pasaban de Sebastián a Raymond, como tratando de dar sentido a la realidad.

En ese momento la mandíbula del padre de Valentina se tensó, sus puños apretándose en el reposabrazos de su silla.