CAPÍTULO 55

En ese momento, ella ajustó su vestido, lanzando una última mirada a los rostros que la observaban con total perplejidad. Entonces, su voz, firme y resuelta, llenó el espacio.

—Como dijo mi esposo, no soy una mercancía a la que puedan ponerle precio.

Su tono no dejaba espacio para negociación, sus palabras claras y afiladas, sin dejar lugar para argumentos.

El peso de su declaración flotaba densamente en el aire, sofocando cualquier ilusión restante que pudieran haber tenido sobre controlar su futuro como lo hicieron una vez.

Raymond, silencioso pero imponente, abotonó su chaqueta con calma, sus dedos moviéndose con practicada facilidad. Sus ojos recorrieron la habitación, encontrándose con la mirada de cada miembro de la familia con una advertencia silenciosa pero inconfundible.

Entonces Valentina continuó, su voz llevando un aire de finalidad.