Al escuchar lo que Raymond acababa de decir.
Los labios de Valentina se curvaron en una sonrisa, sus ojos brillando mientras se giraba hacia Raymond.
—Me encanta lo seguro que eres —dijo, con voz suave pero llena de admiración—. Es realmente... atractivo.
Raymond sonrió con suficiencia, su mirada fijándose en la de ella mientras extendía la mano y le daba un ligero toque en la nariz.
—Lo que sea por ti —dijo juguetonamente, su voz llevando un toque de promesa—. Te lo dije, Valentina. Nunca te faltará nada, y nadie—absolutamente nadie—te faltará el respeto y se saldrá con la suya.
Ella sintió un cálido aleteo en su pecho, una sensación de seguridad que no había sentido en años. Pero antes de que pudiera decir algo más, Raymond añadió con un destello juguetón en sus ojos:
—Y además, también le hice una promesa a tu madre. Así que tengo el doble de razones para asegurarme de que te traten como la reina que eres.