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En ese momento, la mirada de Raymond se mantuvo firme mientras hablaba, su voz transmitiendo una firme convicción. —Te lo mereces, Valentina. Nadie se merece esto más que tú. —No había vacilación, ni duda—solo certeza.
El corazón de Valentina se enterneció con sus palabras, y se encontró asintiendo.
—Gracias, Raymond —dijo suavemente. Esta vez, no hubo vacilación en su gratitud. Lo decía de corazón.
En ese momento, Benjamín aclaró su garganta, atrayendo la atención de ambos. Su expresión era serena, pero había un destello de diversión en sus ojos mientras los observaba.
—Ya que Valentina comenzará a trabajar muy pronto, no hay necesidad de que siga usando el coche de la familia —su voz llevaba el peso de la finalidad—. Ella se moverá mucho, y Raymond no siempre estará allí para llevarla, aunque quiera.
Al escuchar lo que Benjamín acababa de decir.
Los labios de Raymond se crisparon ligeramente, pero no dijo nada.