Al escuchar lo que Sebastián acababa de decir, la irritación de la familia Callum era palpable. El aire en la habitación se volvió denso con la tensión, sus miradas se dirigieron hacia Raymond, esperando que aprovechara la oportunidad y exigiera una cantidad escandalosa.
No queriendo permitir que eso sucediera, el bufido de María cortó primero el silencio.
—Esto es un gran error, Sebastián —espetó, cruzando los brazos firmemente sobre su pecho—. ¿Le estás dando a este bastardo codicioso la oportunidad de nombrar su precio? ¿Crees que será razonable? ¿Crees que simplemente se irá con una sonrisa y un apretón de manos?
Su mirada de disgusto estaba fija en Raymond.
—Es un don nadie —continuó, con la voz impregnada de veneno—. Un cazafortunas que tuvo suerte en primer lugar. Y ahora, acabas de entregarle un cheque en blanco. Mira cómo se aprovecha de ello.
Sin embargo, Sebastián permaneció tranquilo, pero la agitación de María solo creció.