CAPÍTULO 83

Pero Liam no estaba tan sereno.

Su ira ardía bajo su piel, apenas contenida. No era ciego a lo que estaba sucediendo —la arrogante confianza de Raymond, sus provocaciones deliberadas, la forma en que Valentina le sonreía como si él fuera todo su mundo. Eso era lo que más le enfurecía. No eran solo las palabras de Raymond; era la manera en que Valentina respondía a ellas, como si estuviera de acuerdo con él, como si ya hubiera elegido su bando.

En ese momento, sus puños se apretaron a los costados. Podía sentir el calor subiendo por su cuello.

Valentina... Se suponía que era suya.

Y sin embargo, ahí estaba, sonriendo junto a Raymond como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo. Como si todo lo que él pensaba que compartían no significara nada ahora.

Pero ella no debería preocuparse.

Muy, muy pronto, entendería por qué él había tomado esas decisiones en aquel entonces.