Un momento de silencio se extendió entre ellos.
Entonces, el abogado principal esbozó una sonrisa burlona—apenas perceptible.
—Oh, no estamos equivocados.
Su voz se mantuvo serena, inquebrantable.
—Si no me equivoco... este es el caso de divorcio de Valentina Callum y Raymond, ¿correcto?
En el momento en que esas palabras salieron de su boca, toda la sala quedó en silencio.
En ese instante, el padre de Valentina sintió que su pecho se oprimía.
No podía creer lo que acababa de escuchar.
Inmediatamente sus ojos se movieron entre los abogados de Lancaster & Hawthorne Associates, buscando el más mínimo indicio de que esto fuera una broma. Pero sus expresiones frías e imperturbables confirmaron lo peor.
—¿Q-qué? —tartamudeó, su voz carente de su autoridad habitual.
Pensaba que Raymond no era más que un patético idiota, alguien fácilmente descartable—entonces, ¿cómo diablos había logrado contratar al bufete de abogados más poderoso del país?