CAPÍTULO 111

En el momento en que el gerente entró, toda la sala se tensó. El aire se volvió denso con la tensión, y nadie se atrevió a hacer un sonido.

Esto era inesperado.

Que el gerente mismo viniera hasta aquí, solo podía significar una cosa: castigo.

En ese momento, los empleados intercambiaron miradas cautelosas. Algunos se movieron inquietos en sus asientos, mientras otros contenían la respiración, esperando lo que vendría a continuación.

Hudson y Camille, por otro lado, apenas podían contener sus sonrisas burlonas.

No necesitaban decirse nada para saber que estaban pensando lo mismo.

Esto era prueba de que Valentina no era realmente de una familia adinerada.

Si lo fuera, ya habría pagado esta cuenta sin dudarlo.

Pero en cambio, había estado postergando, buscando excusas y arrastrando el asunto por demasiado tiempo.

Y ahora, con el gerente —Sr. Langford— de pie en la sala, lo inevitable estaba a punto de suceder.