En ese momento, los pasos del Sr. Langford resonaron en el tenso silencio mientras marchaba hacia el camarero, sus ojos ardiendo de furia.
Su voz afilada cortó el aire como un látigo.
—¿Quién te dijo que hicieras esto?
Al escuchar lo que dijo el Sr. Langford, él tembló.
Su boca se abrió, pero no salieron palabras.
Sus piernas temblaban, sus manos inquietas a los costados, su rostro empapado en sudor.
Sin que se lo dijeran, sabía que había sido descubierto.
No había escapatoria.
Sin embargo, antes de que pudiera siquiera articular una respuesta
—¡BOFETADA!
La palma del Sr. Langford golpeó su rostro, el sonido agudo reverberando por toda la habitación.
La fuerza hizo que la cabeza del camarero girara hacia un lado, su mejilla ardiendo roja por el impacto.
Inmediatamente, jadeos llenaron la sala.
Sin embargo, antes de que el camarero pudiera recuperar el equilibrio, la pierna del gerente se lanzó
—¡GOLPE!