CAPÍTULO 119

—Sí lo hizo, e incluso me agarró la muñeca.

En el momento en que esas palabras salieron de los labios de Valentina, toda la presencia de Raymond cambió. Su postura antes calmada y relajada se tensó, y una tormenta oscura se gestó en sus ojos. La sonrisa juguetona que había adornado su rostro momentos antes había desaparecido, reemplazada por un silencio mortal que envió un escalofrío sofocante a través del aire.

Entonces un gruñido bajo y peligroso retumbó desde su pecho, sus dedos se curvaron en puños apretados y controlados. Las venas en sus brazos y cuello palpitaban, su respiración se volvió lenta y afilada—una clara señal de que el depredador dentro de él estaba despertando.

Sus labios apenas se separaron, pero cuando habló, su voz era letal, goteando una animosidad que podría congelar el fuego mismo.

—Ese bastardo... ¿se atrevió a tocarte?