CAPÍTULO 125

Raymond miró su muñeca un poco más, sus ojos escaneando cada centímetro con silenciosa concentración. Podía notar que no era grave—sin hinchazón, sin moretones, nada que pareciera poner en peligro su vida.

Aun así, no le gustaba la manera en que ella dijo que sentía tensión. Podría no ser nada, sí, pero también podría ser algo pequeño ahora que se convirtiera en algo peor después.

No quería arriesgarse. No con ella.

Valentina arqueó una ceja.

—¿Qué? ¿Por qué me miras así?

Entonces Raymond levantó la mirada, su expresión tranquila.

—Vamos al hospital.

—¿Qué? ¿Por qué? —frunció el ceño—. Te dije que estoy bien.

—Sé que dijiste eso —dijo él, retrocediendo y caminando hacia el coche—, y te escuché. Aun así vamos.

Valentina suspiró pero no discutió. Lo siguió, deslizándose silenciosamente en el asiento del pasajero.