CAPÍTULO 135

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Poco después de que Raymond se hubiera limpiado, se detuvo en la tranquila esquina de la calle donde Valentina estaba sentada. Ella tenía los brazos envueltos alrededor de sí misma, los ojos enrojecidos, su cuerpo temblando por todo lo que había sucedido.

Sin decir una palabra, Raymond corrió hacia ella.

Se dejó caer de rodillas y la atrajo hacia sus brazos, abrazándola con firmeza—fuerte, cálido y protector.

Su tacto era suave, aunque una extraña frialdad aún persistía en el aire a su alrededor.

Luego apoyó la cabeza de ella en su hombro, susurrando suavemente mientras sus brazos se estrechaban.

—Estoy aquí —dijo—. Te tengo ahora. Estás a salvo.

Valentina no habló al principio.

Simplemente dejó que el calor de su abrazo lavara sus pedazos rotos.

—Lo siento —murmuró él de nuevo, su tono tranquilo pero entrelazado con algo más—. Esto no volverá a suceder. Me aseguraré de ello. A partir de ahora, tendrás seguridad... alguien que te cuide, alguien con quien puedas contar.