CAPÍTULO 155

En ese momento, el aire en la habitación estaba lleno de risas suaves y tintineos dispersos de copas, pero los ojos de Avery seguían desviándose hacia los dos asientos vacíos. Sus uñas perfectamente pintadas golpeaban lentamente contra su copa de vino.

—Quiero decir, ¿cuánto tiempo se supone que debemos esperar? —dijo finalmente Avery, con voz lo suficientemente alta para que todos en la mesa la escucharan—. Valentina siempre llega tarde. Siempre.

Entonces algunas cabezas se giraron. Algunos de los otros invitados intercambiaron miradas, la tensión se infiltraba lentamente como una mancha en una tela limpia. Nadie dijo nada directamente, pero los murmullos comenzaron.

—Actúa como si tuviéramos todo el tiempo del mundo —continuó Avery, más fuerte ahora, dejando florecer su irritación—. ¿Creen que son tan especiales que todos deberíamos sentarnos y esperarlos?