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En el momento en que Sha entró en la habitación, el aire cambió.
Inmediatamente las conversaciones fueron muriendo lentamente.
Luego las copas se bajaron a medio sorbo. Las cabezas giraron. Los ojos se agrandaron. Uno por uno, todos en la sala se inclinaron para mirar en su dirección, casi como atraídos por una fuerza silenciosa.
Sus tacones golpeaban suavemente el suelo pulido, con un ritmo pausado. No estaba tratando de llamar la atención, pero cada paso gritaba confianza. Su vestido fluía como seda contra su piel, no demasiado llamativo pero imposible de ignorar. Un suave tono borgoña abrazaba su cuerpo perfectamente, y con cada movimiento, el vestido brillaba bajo la sutil iluminación.
Por un momento, incluso Liam dejó de respirar.
Avery parpadeó.
—¿Es esa... Sha?
Emilia se inclinó hacia adelante, susurrando:
—Pero Avery dijo que Sha no vendría.