CAPÍTULO 164

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En ese momento siguió el Silencio.

No del tipo incómodo, sino del tipo que viene cuando incluso respirar parece una falta de respeto.

Inmediatamente todas las miradas se dirigieron hacia el Sr. Adrián.

Entonces sus dedos se movieron con precisión mientras desabrochaba el tercer maletín.

Y sin embargo, parecía que el tiempo se había congelado.

El pecho de Edward subía y bajaba rápidamente, con la garganta seca. No sabía por qué —no podía explicarlo—, pero sus palmas estaban sudando.

En ese momento, el rostro de Liam había perdido su habitual confianza, sus ojos saltando entre Raymond y el hombre del traje como si intentara armar un rompecabezas que ya no seguía ninguna regla que él entendiera.

Las manos de Avery estaban fuertemente apretadas a su costado, los nudillos pálidos, sus ojos negándose a parpadear como si parpadear hiciera que el maletín desapareciera.